Spiga

Santa Sé



Está claro que si al Petit (Raúl) y al Gringo Jeff (Ames) les damos copete y aditivos suficientes, serían capaces de organizar una expedición para volar en la Antártica o hacer soaring en los ventisqueros de la laguna San Rafael, aprovechando que el gringo conoce bien la orografía. De los recursos no habría que preocuparse, porque simplemente serían los mínimos y no faltaría el buen samaritano que los dejara a la pasadita en su camino a dar la vuelta al mundo. De soporte o equipo de apoyo ni hablar, porque deben considerarlo una especie de lastre demasiado grande, como para llevarlo a la aventura, y a veces, es necesario viajar ligeros.
Y de esta manera surgió la aventura un poco temeraria de hacer un cross de más de 180 Kms., entre Punta Paquica e Iquique, muy probablemente en alguno de los numerosos asados y celebraciones que el Lado Oscuro organiza espontáneamente después de una entretenida tarde de sábado en Palo Buque. El tercer integrante obligatorio en este raid debía ser, sin lugar a dudas, el Leo (Palomo) Andrade, fanático de los vuelos de largo alcance.

Así, sin boche ni escándalo, y con muy poca gente al tanto de la aventura, una noche de fines de Noviembre del 2001, un buen samaritano los llevó a los tres hasta Punta Paquica, para dejarlos allí, donde acamparon esa noche, bajo la luz de las estrellas, porque sólo llevaban el equipo necesario para volar, e incluso tuvieron que recurrir a las mismas velas para protegerse del frío. No había café, ni sopa, ni carpas, ni sacos de dormir o cualquiera otra comodidad mínima en la que puedan pensar. Tal vez algunos panes y unos tarros de atún como cena y desayuno (y una que otra cerveza también, no faltaba más).




Al otro día despertaron temprano, y esperaron desde las 7 de la mañana a que se armara la condición que no se armaba nunca. Despegaron como a las 11 con el mismo viento que había a las 7, porque estaba dado que no iba a mejorar más, remontaron un poco de altura en la cara sur de la Punta Paquica, hasta que el Petit se aburrió de tratar de remontar ese cerro enorme y se lanzó con la altura que tenía (aprox. 600 mts) por sobre la formación rocosa, hacia la cara norte, tratando de evitar el rotor. Después de un rato Jeff y el Palomo lo siguieron hasta alcanzarlo a la altura de Punta Arenas. No era una competencia y se turnaron voluntariamente para hacer las transiciones.

Llegaron juntos hasta el río Loa, luego enfilaron hacia el Norte hasta llegar a Rio Seco y posteriormente superaron sin contratiempos la terrible Punta Patache.

Habían superado el trayecto más peligroso del largo viaje, casi siempre volando en bloque y turnándose en las transiciones hasta llegar a Patillos. Ya habían transcurrido más de cinco horas y el cansancio empezaba a urgir los cuerpos cuando llegaban a otro de los tramos difíciles de la travesía y que a más de alguno le debe provocar pesadillas.

En el “Primer Cementerio”, después de Batuco, Jeff intentó encontrar alguna corriente ascendente buscando por fuera, pero no estaba por ese lado, Petit lo intentó por dentro, por el rotor mismo, pero tampoco estaba por allí la salvación, al Palomo le tocó probar suerte por el medio, ni muy afuera, ni muy adentro, y no ganaba pero se mantenía, mientras sus compañeros perdían altura desesperadamente, llegó apenas con un par de metros más que Petit al rincón salvador, pero fueron los justos y necesarios para enfrentar al viento y continuar volando, mientras que Petit jugaba a revolcarse un poco. Después del aterrizaje, Petit podría haber subido un par de metros de cerro, alzado la vela y remontado altura, pero según sus propias palabras, le faltó físico. Estaba demasiado cansado para seguir luchando, de modo que se sacudió el polvo, guardó su equipo en la mochila y caminó en dirección al Jeff que estaba varios cientos de metros más afuera, y luego juntos hacia la carretera ese largo y angustioso camino, correspondiente al polígono de tiro y lleno de explosivos, según cuentan las malas lenguas, porque evidentemente, no contaban con vehículos de rescate y mucho menos, Ricarda la promotora, repartiendo agüita mineral, empanadas y cervezas gratis.



Habíamos estado toda la tarde en Palo Buque con la vista clavada en el sector sur, esperando ver aparecer a nuestros amigos. Cuando ya perdíamos las esperanzas apareció la silueta minúscula de una vela por el lado de Los Verdes, venía con gran altura y no fuimos capaces de identificarlo con exactitud. Mas tarde nos enteraríamos que era el Palomo quien hiciera un par de giros en el cerro grande de Palo Buque para dirigirse luego hacia Punta Gruesa.

El jote cruzó sin dificultades el rotor del cerro Tarapacá, pasó por el frente del despegue sobre las dunas del Cerro Dragón, para luego cruzar el Zig-Zag hacia la pared de Clavijo. Siguió aún más hacia el norte, hasta la cruz en el cerro Esmeralda. Debe haber pensado en seguir hasta el Marinero Desconocido, pero ya eran más de las 7 de la tarde y la condición estaba decayendo, de modo que apuntó la vela hacia la playa Cavancha y se dispuso a aterrizar después de un largo y extenuante viaje de 189 Kms. Ninguno de los que observaron el aterrizaje se imaginaba siquiera, la tremenda proeza que acababa de realizar ese pendejo flaquito, con cara de guagua, quemado por el sol al estilo mapache. Ni siquiera el amable transeúnte que le tomó un par de fotos, para completar su álbum fotográfico y que es necesario para que los más incrédulos den fe de la historia aquí contada. Para otros son suficientes las palabras y los nombres de los personajes para saber que es cierto.



Esa noche nos juntamos en “Santa Sé” (un rincón inspirado en el Pub Santa Fé, dedicado a los parapentistas, surfers y aventureros buenos para el carrete, el copete y venga el burro, que Petit había dispuesto en su casa con letrero y todo) y los celebramos en grande, a los tres por igual, no importaba que el gringo y Petit, hubieran tenido que salir caminando hacia la carretera para hacer dedo y confiar en que alguien los trajera hasta Iquique. Lo hicieron felices, contentos y orgullosos. Marcaron un camino para los que vendrían después.


Ronald, alguna fecha a comienzos del 2002.



De izquierda a derecha, Raúl (Petit) , Leo (Palomo) Andrade y el "Gringo" Jeff Ames.