Spiga

Volando alto (3a. parte)


El día 31 Canito recién pudo leer mi correo y me redactó un breve mensaje donde pude enterarme de que había pasado con el resto del grupo.

La habían pasado muy mal, pero no tanto como yo.
Se tomaron todo mi vino y han hueveado un montón.
Canito está usando mi casco y la silla del Lulo.
El Pelao ocupa el casco del viejo Lulo y mi silla.
Se encontraron a Fidel o Fidel los encontró a ellos, de pura suerte, paseando por el centro de Abancay, porque solucionó su problema y lo dejaron pasar a Perú (con un día o dos de retraso).
El Xavier ocupa mi vela, porque apareció el dueño de la que usó en Curahuasi y había vuelto a quedar sin vela.
Han conocido un montón de lugares hermosísimos, incluyendo la Laguna Pacucha que está como a 3000 msnm y donde tuvieron la oportunidad de volar bajo buenas condiciones.
Canito chocó con un basurero al aterrizar.
Al Max le falta un poco de precisión, pero acuatizó sin mayores incidentes.
Al día siguiente pudieron volar en otro lugar espectacular con excelentes condiciones ya que se podía estar volando todo lo que se quisiera.
Canito piensa que yo hubiera alucinado de lo lindo porque era arriba de un fuerte inca.
Conocieron nuevos amigos entre los parapentistas locales que según Canito "eran muy simpaticos".
Pelao se malogró el hombro mientras ayudaba con Canito a despegar al Frank en el biplaza y los levantó a los cuatro como dos metros de altura para dejarlos caer a todos juntos inmediatamente. Alguien cayó sobre el hombro de Pelao.
Se acerca el circo Parapentini a Cuzco
Ese día por fin habían podido huevear toda la noche y se hicieron cagar... ¿?
No me voy a extender sobre mi propia aventura para conseguir donde dormir la noche del 28 de Julio, porque el Cuzco estaba a tute, las pocas habitaciones que se podían conseguir cerca del centro costaban entre 80 y 120 dólares, lo cual en mi situación era una exageración. Tras largo recorrer y después de comprar un par de medias y calzoncillos que me costaron un ojo de la cara, encontré un hostal con teléfono, baño privado y televisión por 25 dólares. Apenas entré me arrepentí, porque el olor a meado que salía del baño inundaba la pieza y era casi palpable. Pero estaba demasiado cansado, llamé al hotel de Andahuaylas y logré contactar con el chato Hernán que se había escindido del grupo porque eran todos unos “picantes” que habían rociado con cerveza al alcalde de no sé donde, pero que afortunadamente tenía la información que yo precisaba. Prendí la tele y me quedé dormido sobre la cama con la ropa puesta, a mitad de la noche el frío me atacó y me obligó a sacarme los bototos y abrigarme con el cobertor. En la mañana desperté sobresaltado, adolorido y medio perdido. La ducha tenía menos presión que el aire de Curahuasi, pero por lo menos el agua no estaba tan fría. Desayuné continental en el hostal y partí a buscar el alojamiento donde debíamos alojarnos el 31 según el programa de Max. Le expliqué la situación a la dueña del hostal y me informó que no tenía ningún problema para alojarnos un par de días antes, incluso en la misma pieza que nos tenía reservada ya que no tenía mas alojados y el señor Max era de lo mejor.
Partí al hospital con mejor ánimo y me econtré con la noticia de que antes de dar de alta al viejo lo tenían que enyesar, la faja no servía. Punto final. De modo que me quedé a esperar para rescatar al viejo, lo que ya empezaba a convertirse en una aventura por derecho propio. Traté de meterme de colado mientras enyesaban al viejo pero me botaron cagando. Las ventanas de la habitación donde lo trasladaron eran de vidrio pintado con tiza o algo parecido, pero estaban llenas de orificios por donde podía observar el procedimiento.

Me llegó a doler la espalda cuando vi como acomodaban al viejo sobre dos camillas con ruedas y luego las separaban para dejarlo apoyado de los brazos y hombros por un lado y la cadera por el otro y el torso colgando entre ambas.
Luego empezaron a rodearlo con la tela enyesada entre dos personas, uno a cada lado mientras se pasaban el tela por encima y luego por debajo del torso del viejo que seguía colgando entre las dos camillas y se quejaba de lo lindo.
Varias horas más tarde y un montón de trámites y soles entremedio logré sacar al adolorido y maltratado viejo del hospital y trasladarlo en una ambulancia hasta el hostal donde nos quedaríamos a esperar al resto del grupo.
La dueña del hostal se encariñó en seguida con el viejo Lulo y hasta le preparó sopita, pero a mi me podian atacar sexualmente los peces mientras tanto y como estaba re-cagado de hambre dejé al viejo un rato solo mientras caminaba un par de cuadras para buscar un restaurante de cualquier tipo.
Estaba tan contento de haber recuperado al viejo que hasta compré un pack de “Cuzqueñas” para celebrar junto con él. Hasta el día de hoy el viejo me recrimina mi falta de criterio, pero lo más bien que se tomó una. Yo me tuve que hacer cargo del resto.

La guinda de la torta fue cuando al otro día llegó al hostal el chato Hernán acompañado del Luis Olmos. Lo único que le faltaba al viejo Lulo era escuchar la verborrea del chato sin poder moverse.
Un poco más tarde salimos a cenar con Hernán y el Lucho Olmos que andaba de lo más apenado porque su hija no quiso venirse con ellos, cuando el chato decidió que ya había tenido suficiente aventura. La nota freak la puso el chato cuando comenzó a discutir con el garzón porque le había traido el cuba libre preparado en un vaso y no como el estaba acostumbrado en Chile, con el ron y un par de hielos en el vaso y la botella de coca-cola aparte. Por más que el garzón y yo mismo tratamos de explicarle que así se procedía por esos lares el chato no dejó de reclamar y discutir hasta en el camino de vuelta al hostal.
Me hice el desentendido mientras el chato le seguía discutiendo al Lucho Olmos, me acosté, cerré los ojos y me hice el dormido hasta que me dormí de verdad.
El día 31 de Julio muy temprano, el chato y Luis Olmos se retiraron del hostal, camino de vuelta, sin esperar al resto del grupo de debían arribar al anochecer. Lo único que querían era volver a Iquique lo más pronto posible, así que nos quedamos solos con el Lulo de nuevo hasta que llegaron los pendejos haciendo escándalo acompañados del resto del grupo, Max y Gorky incluídos.
Tuvimos una pequeña cena de despedida, cerca del hostal, donde intercambiamos algunos presentes, pero volvimos rápidamente al hostal a acompañar al Lulo.

La cosa estaba muy aburrida y nadie quería dejar solo al viejo así que apenas Max y Gorky se retiraron, salimos a comprar una botella de ron, coca-cola, algunos vasos plásticos, un paquete de cartas españolas y volvimos al hostal para jugar brisca con el viejo.
Estaba recién recordando las reglas del juego cuando el viejo que también se había afianzado un vaso, se tira un pedo, pone cara de susto y para sorpresa de todos se levanta de la cama como robot y parte casi corriendo al baño.
Yo soy el más sorprendido de todos, porque no había logrado que el viejo se parara de la cama, pero Canito levanta el cobertor y las sábanas y señala con su dedo acusador la pequeña mancha café:
-El viejo culiao se cagó. ¡Gua-ja-já!
Nos reímos un montón a costillas del viejo que no podía arreglárselas solo en el baño, porque la camisa de yeso le limitaba bastante el movimiento de los brazos y no lograba limpiarse el culo. Al final, Pelao se compadeció y le pasó una botella con agua para que se las arreglara como pudiera. Supongo que la toalla sufrió las peores consecuencias.
Al otro día temprano llegó Max para organizar la salida. Sacar al viejo de la cama fue otra aventura, reclamaba que no podía mover los brazos, que el yeso se le clavaba en la ingle, le respaba la guata y la cintura, etc.
Convenció a Max para que le cortara un poco de yeso y con una navaja suiza que tenía una hoja dentada se lo rebajamos un poco. El viejo reclamaba que no era suficiente así que le dimos el gusto e hicimos como que se lo rebajabamos más, cortándole un par de milímetros adicionales, hasta que el viejo dejó de reclamar y nos permitió sacarlo de la cama.
La aventura de subirlo al bus, conseguir unos pedazos cuadrados de goma espuma para que usara de cojín y que el chofer del bus lo acepatara como pasajero fue de película de ciencia ficción. Nos asignamos turnos para darle las pastillas de analgésicos y antiinflamatorios al viejo que se puso tecla y no quería tomárselos. Volvimos a pasar por Puno de noche y el viejo casi se muere congelado porque venía con una pura polera bajo la camisa de yeso y casi todos nos habíamos olvidado del frío de mierda que hacía por esos lados. Medio dormidos tratábamos de abrigarnos como fuera. Al amanecer me enteré que el viejo se había tirado en el pasillo del bus porque no podía dormir por la camisa de yeso, estorbando a todos lo que trataban de pasar hacia el baño, mientras trataba de no morirse de frío.




El resto de la historia no tiene que ver con el parapente y merece un cuento o una novela aparte, pero logramos llegar con el viejo entero a Iquique. Ya está totalmente recuperado y haciendo de las suyas. Yo tengo una vela “nueva” porque el Frank aceptó pasarme una Omega-4 que de alguna forma llegó a su poder y que él no había volado nunca, pero que estaba en buenas condiciones, a cambio de un par de lucas adicionales por la diferencia de precio. Era la única forma de recuperar los gastos en que había incurrido por el asunto del Lulo, ya que Max se demoraba más de la cuenta en rescatar el equivalente al montón de boletas de hotel y de resturante, más las facturas de hospital entre otras cosas. Ahora Frank tendría un mayor incentivo para acicatear al Max que se había comprometido personalmente con él. La vela no estaba en muy malas condiciones, se cargaba un poco hacia la derecha y después de revisarla bien encontré el problema:
Canito le había cambiado las líneas de competición por las originales, con la ayuda del Master, pero lo habían hecho con la ayuda de varios escuderos llenos, así que un par de líneas no estaban donde correspondía. Después de los ajustes necesarios, a la vela se le quitó esa mala conducta de irse hacia la derecha e incluso le gané una carrera al Palomo, cuando andaba probando un wáter que le habían prestado. Llegué a completar el circuito de Patillos-Palo Buque, para el campeonato de Noviembre 2003. Claro que me cagué de susto después de los tropecientos mil plegones que se mandó, porque la vela es más tiritona que la enfermera de Curahuasi y me está quitando las ganas de volar. Pero el viejo Lulo me juró y me rejuró que me iba a pasar una vela decente por haberle salvado la vida, en un arranque de gratitud exagerada. Así que aquí estoy, dedicándome a la música y a escribir cuentos viejos mientras el viejo arregla sus otros problemas. Tal vez un día de éstos me tape la boca definitivamente, auspiciándome con una vela que me dé mayor seguridad y me vuelvan las ganas de volar, como hace algún tiempo.

Iquique, Marzo de 2007.

Volando alto (2a. parte)


Colapso y descenso


El frenesí que siguió al despegue de Hernán y Xavier era inevitable. Todos nos apresuramos a sacar nuestros equipos de las mochilas y a vestirnos lo más rápidamente que pudimos. Volvió el viento y Frank seguía con problemas para despegar en el biplaza que se le iba para todos lados, hasta que su pasajero (la hija de Max creo) comenzó a asustarse y decidió desistir del intento, así que Pelao iba a ser su nuevo pasajero.
Yo intenté un par de veces levantar la vela, pero cuando llegaba arriba, no lograba estabilizarla lo suficiente para darme la vuelta y plantar el vuelo. Se me iba hacia un lado, luego hacia el otro, se plegaba de alguno de los lados, y hasta un colapso frontal tuve cuando estaba listo para darme la vuelta.


En esas escuchó al Lulo gritar:
-¡Guarda abajo, que aquí voy yo!- mientras pasaba a unos centímetros de mi cabeza. Giré para verlo mejor y me sonreí al ver la bandera chilena que flameaba bajo la silla con una piedra como lastre para mantenerla en la posición correspondiente.
-¡Güena viejo Lulo!- gritó Canito.
-¡Así se hace Lulo!- gritó alguién más, cuando sucedió lo que todos temíamos en el fondo.
El lado izquierdo de la vela se plegó casi totalmente, provocando el inicio de un desagradable giro en esa dirección. El Lulo todavía estaba muy cerca del cerro, así que le pegó un desesperado tirón a los mandos para revertir la situación. La baja presión le jugó una mala pasada, porque cuando se infló el lado izquierdo de la vela, se inició un moviento pendular que terminó con la vela plegándose del lado derecho. Otro tirón más a los mandos en la otra dirección, y apenas se infla la vela, el Lulo suelta los mandos para darle velocidad y alejarse del cerro lo más rápido que pueda hacia la zona más segura (lejos del suelo). La brusca aceleración se conjugó con el viento rotoreado que había a esa altura y que nosotros en tierra no percibíamos y la vela se plego frontalmente. El viejo hizo un par de intentos de última hora para corregir la situación, pero estaba muy bajo. Logró inflar la vela, pero uno de los lados estaba terriblemente acorbatado por las líneas de sustentación y lo ví desaparecer de mi vista en dirección al suelo a velocidad de parachutaje, comenzando un giro descontrolado.
Nadie lo vió...
Todos sentimos el golpe.
La rabia y la impotencia se apoderaron de mí y golpée furiosamente el suelo con mi puño. Y con esa actitud fatalista tan típica entre mis compatriotas, me dije algo así como:
-¡Sabía que esta huevá iba a pasar!- Frank vió mi gesto y me miró a los ojos con el rostro blanco como el papel y la expresión desfigurada por su boca abierta. Expresando lo que su boca no lograba pronunciar:
-¡La mansa cagaíta!...
El primero que salió del trance fue Canito, que se desprendió de la silla de su parapente y comenzó a correr cerro abajo dando tumbos y cayéndose entre las espinas más de una vez.
Cuando llegó donde se encontraba el viejo Lulo, lo encontró hecho un verdadero “lulo”, entre las líneas y la tela de su parapente. El viejo estaba inmóvil y Canito dió un par de vueltas a su alrededor sin poder creerlo.
-Te mataste viejo culiao- le dijo al viejo entre lágrimas. El sentimiento era muy verdadero, Canito es el “hijo-monstruo” personal del viejo, que siempre dice en relación al primero; “He criado un monstruo” . Lo cierto es que se quieren un montón y siempre andan haciendo cagadas juntos.
Canito siguió dando vueltas alrededor del viejo, sin atreverse a tocar al viejo que yacía inconciente en el suelo. Casi un minuto después, Canito escucha la voz del muerto que le hablaba desde el más allá y le decía:
-Todavía no me muero pendejo de mierda, ayúdame a sacarme estas huevás de encima- Canito debe haber abierto los ojos como platos mientras le decía cariñosamente:
-Tai vivo viejo culiao!- sin poder creer de la que se salvó el viejo.
En ese momento llegó Pelao que se tomó su tiempo para bajar la peligrosa pendiente, y tal vez por el hecho de que no tenía un lazo tan personal como Canito con el viejo, tuvo más presencia de ánimo como para tomar la radio e informarnos al resto que el viejo estaba vivo y consciente. Pero que estaba en una especie de shock.
A todos nos volvió el alma al cuerpo, pero nos invadió una preocupación mayor inmediatamente, ¿En que condiciones está el viejo? Y empezaron todos los que tenían radio a acosar a Pelao con preguntas, acerca de donde se golpeó, si le duele algo, que por favor no lo muevan, que no le saquen el casco ni nada, que esperen a los bomberos que ya están subiendo el cerro.
Casi nadie esperaba helicópteros ni nada parecido y nos preguntábamos como iban a llegar los bomberos. Quince minutos más tarde, cuando comenzaron a llegar los rescatistas a un lugar que nos tomó casi una hora en subir a lomo de mula, todos nos sorprendimos. La agilidad y la fortaleza de los rescatistas nos dejó sin habla. Subieron, mejor dicho, escalaron el cerro por la pendiente para acortar camino y evidentemente estaban acostumbrados a hacer ejercicios similares, porque todos nosostros estábamos medio apunados y ellos estaban como tuna. Claro que todos tenían menos de 20 años de edad y se les notaba enormemente la falta de experiencia, pero lo hacían de vocación y hay que ver que eso cuenta.
Yo también bajé a ayudar a Pelao y Canito, con una cabeza más fría que los pendejos, porque Frank trataba de calmar a la Carolina que tenía un escándalo del porte de un buque por la radio, ya que no había helicóptero. Max no servía de mucho con su pata de yeso plástico y el gringo no entendía nada.

Comencé a interrogar al viejo, para averiguar la magnitud de sus golpes.
-No sé, negrito, pero puta que me duele el culo-
-¿Caíste sentao?-
-No sé, en un rato venía de cabeza y la piedra de mierda se balanceaba pa’ todos lados- y yo me armaba de paciencia.
-¿Pero que te duele? ¿La cabeza? ¿El cuello? ¿Las costillas? ¿La espalda? ¿Las piernas?
-La espalda me duele... y las piernas... no las siento- y su voz parecía desvanecerse.
Cierro los ojos y el Lulo me imita. Abro los ojos, pero el Lulo sigue con los suyos cerrados.
-Lulo, ¡Lulo!- pero el Lulo no me escucha.
-¡Lulo!, despierta- le digo mientras lo cacheteo suavemente en las mejillas y recién me doy cuenta de que el viejo estaba sin casco. Alguno de los pendejos lo había ayudado a sacarse el casco. Menos mal que no tenía una fractura en el cuello.
-¡Lulo!- me desespero un poco y lo golpeo más fuerte.
-¿Qué? ¿Qué pasa?- balbucea el viejo que vuelve en sí.
-No te vayai pu’ viejo, quédate con nosotros- lo animo. –Ya vienen a ayudarte.
Y seguía hablándole para mantenerlo conciente.
-¿Qué te pasó Lulo?- El viejo abre bien los ojos, me mira como si recién me viera y me dice con su sarcasmo característico.
-Me saqué la cresta ¿Qué no viste acaso?- trato de mantener la compostura y sigo conversándole.
-Hablo de la vela, viejo, no te pongai pesao- el viejo entorna los ojos.
-No sé, se volvió loca... se me plegó un lado, despues el otro... se me fue en frontal y después vi pasar unos árboles hacia arriba.
-Arbustos, viejo. Unas mierdas de arbustos con espinas.
-Se me deben haber clavado en el culo, porque puta que me duele...- y volvió a desmayarse.
Volví a golpearlo con poca convicción, con el temor inconsciente de que el viejo me podía filetear con su corvo, pegarme un par de cortes con alguna de sus katanas y asarme al palo cuando quisiera si le pegaba muy fuerte.
Se desmayó un par de veces más mientras tratábamos de sacarlo de la maraña formada por las líneas de suspensión. El viejo reclamó todo lo que pudo cuando procedimos a cortar algunas líneas de su parapene porque nos complicaban el procedimiento. El Canito que ya se había recuperado de la impresión trataba de animar al viejo diciéndole que ibamos a tener que cortar las correas de la silla para poder sacarlo.
-¡La silla no! Que está nueva- suplicaba el viejo y el Canito se cagaba de la risa, pero de los puros nervios.
Bajar al viejo del cerro fue una odisea. El médico no podía subir porque le tenía fobia a las mulas y a los caballos y padecía de vértigo de altura y tuvimos que bajar al viejo a pulso entre los bomberos que habían llegado con la camilla, Canito, Pelao y yo que estaba a punto de desmayarme por efecto del esfuerzo. Los brotes de pasto eran una trampa mortal, cuando los pisábamos nos hacían resbalar y alguno de los bomberos nos instruía:
-Si se resbalan, ¡Suelten la camilla!.
-¡No me suelten!- gritaba el Lulo, y se desmayaba de nuevo. Parábamos un poco y yo volvía a cachetear al Lulo con más ímpetu cada vez.
A un cuarto del camino no podía más, estaba a punto de desmayarme. La carrera hacia abajo había sido una locura. Mis botas respalaban apenas me apoyaba en una brizna de pasto, soltaba la camilla, me caía, me golpeaba y me volvía a parar. Admiraba a los bomberos que se aferraban al engañoso piso como si llevaran orugas en los bototos. Boqueaba fuera de control y el oxígeno me seguía faltando. Me retrasé un par de metros para recuperar aire y un bombero se quedó conmigo para ayudarme con la mejor de sus intenciones.
¡Ayúdalo a él huevón! Yo estoy bien- mientras trataba de aspirar un millón de metros cúbicos de aire para ver si podía sacar una molécula de oxígeno.
¡Muévete huevón, déjame, si estoy bien!- me desquitaba con el pobre cabro, de la pura impotencia, mientras veía chispitas y puntos negros.
Unos segundos más tarde, de puro pensar que el único que se atrevía a pegarle al viejo era yo, me inundó un torrente de adrenalina, endorfinas, reservas de THC, taninos y etanol que guardaba en alguna parte de mi cuerpo y me sentí un poco mejor, de modo que pude seguir al equipo de salvamento y alcanzarlos un poco más abajo mientras trataban de despertar al viejo que se había desmayado nuevamente.
¡Despierta viejo culiao! ¿No soi milico acaso? ¿No soi comando?- le gritaba Pelao al viejo mientras lo remecía y trataba de traerlo de vuelta.
-No me suelten- suplicaba el viejo apenas despertaba.
El más grave problema era lo abrupto del sendero que seguíamos. Estábamos todos tan pendientes de donde poníamos los pies que nos olvidábamos de vigilar al viejo que se desmayaba cada cuatro pasos. Así que le indicamos al viejo que levantara los brazos, abriera y cerrara las palmas de las manos para saber cuando teníamos que parar a reanimarlo. Nadie llevó la cuenta de cuantas veces se desmayó el viejo, pero no fueron menos de quince.
Cuando por fin llegamos a un lugar más o menos seguro donde el médico y una enfermera nos esperaban, el viejo dijo en un suspiro:
-Veo una luz... en un túnel.- y cerró los ojos.
La adrenalina que se había apoderado de mi cuerpo todavía estaba plenamente vigente así que me monté a horcajadas sobre la camilla y empecé a cachetear al viejo en un intento desesperado de traerlo de vuelta.
-¡¿Qué luz viejo culiao?!- ¡Plaf!
-¡¿Qué túnel viejo conchetumadre?!- ¡Plaff!
-¡No bajé este cerro culiao!- ¡PLAF! –¡Pa’ que te murai aquí!- ¡PLAFF!
-¡No hay ningún túnel!- ¡PLAAFF!
-¡No hay ninguna luz culiá!- ¡PLAAAFFFFF!!!!!
-¡Milico reculiao!- ¡PLAAAAAFFFFF!
-¡Comando al peo!- ¡PLAAAAAFFFFF!!!
-¡Despierta conchetumadre!- ¡PLAAAAAAAAAFFFFFFFF!!!!!!!
-¡No me peguís más huevón!- me suplicó, más que me pidió el viejo y Pelao me agarró el brazo.
-¡Ya huevón, si ya despertó! No le peguís más.
Me volví consciente de la situación y traté de relajarme un poco mientras el médico y la enfermera se hacían cargo del problema, bajo el atento y vigilante ojo de Pelao que ha visto mucha tele y me adviertió.
¡Hey, mira!, la jeringa todavía tiene aire. ¡Van a matar al viejo!.
Me acercqué y comprobé que efectivamente era cierto, la burbuja se veía a simple vista. Los nervios o el reciente espectáculo de cachetadas habían traicionado a la enfermera y no le había sacado todo el aire a la jeringa.
-Señorita- le dije con toda la amabilidad de que era capaz.
-La jeringa todavía tiene aire- Me miró con cara de pocos amigos, pero debe haber visto algún rastro de locura en mi rostro, porque se calmó enseguida y me mostró como terminaba de sacarle el aire a la jeringa antes de inyectar al lulo con algún calmante.
Ahora pienso que la actitud de la enfermera debe haber sido para que yo me quedara tranquilo y no la agarrara a cachetadas a ella supongo.
Después de estabilizar al viejo, tuvimos que bajarlo en camilla el poco de cerro que quedaba, para poder llegar hasta una camioneta 4x4 que esperaba más abajo. Lo subimos con todas las precauciones del caso y nos trasladaron hasta la posta, porque nadie se atrevió a impedirme que me subiera a la camioneta para acompañar al viejo, que a esa altura, le había entrado la paranoia de que los peruanos odiaban a los chilenos, y particularmente a los milicos chilenos. Su condición de paisa se había quedado a mitad de cerro después de que Pelao, Canito y yo le recordáramos su profesión en nuestra desesperación.
-No me dejís solo pelao- me pidió, sin saber que yo había estado a punto de fracturarle la mándibula unos momentos antes.
Cuando llegamos a la posta, estaba todo el pueblo esperándonos y gritaban:
-Lulo, Lulo, Lulo!- Animándolo de la mejor forma que podían.
Lo acomodaron en una camilla mientras yo supervisaba la operación. El médico lo examinó conmigo presente, porque tampoco se atrevió a botarme de la pequeña sala de la posta, y su informe fue lapidario.
Había que trasladarlo al hospital de Cuzco. Era muy probable que hubiera sufrido una fractura en la columna por el tipo de golpe que había recibido y era más que aconsejable que se le hicieran los exámenes pertinentes a la brevedad.
Media hora más tarde, estaba subiéndome a la “ambulancia” que nos iba a trasladar a Cuzco. Por decisión unánime del grupo yo era el más indicado, ya que la función debía continuar. Frank estaba a cargo del resto del grupo, Xavier andaba con tres lucas en el bolsillo. Los pendejos eran muy pendejos. Luis Olmos ya tenía demasiados problemas para calmar a la Carolina que todavía pateaba la perra por la falta de helicópteros y del chato Hernán ni hablar. Así que sólo quedaba yo, que ya había estado en Perú varias veces. Podía pasar por peruano si era necesario, y lo más importante: Tenía varios dólares en la billetera y una Master con cupo internacional.
-No te preocupes- me aseguró Max. –Cualquier gasto te será reembolsado por los organizadores- Mientras trataba de acomodarme en la silla que había en un extremo de la ambulancia, tratando de no pisar al viejo que hubo de ser ubicado diagonalmente porque la camilla no cabía en el vehículo.
El viejo debe haber sufrido lo insufrible en el trayecto hacia el Cuzco porque el camino era peor de lo que yo recordaba. Tenía que afirmarme de las paredes para no caerme de la silla e ir a dar sobre el viejo que se quejaba con cada salto. Cuando podía pegaba con la palma de la mano en la cabina para recordarle a los energúmenos que conducían el vehículo de que llevaban un par de pasajeros.
A medio camino al viejo le dieron ganas de mear.
-Puta viejo, ¿no te podís aguantar un poco?- faltaban como mil horas para llegar al Cuzco.
-No pelao, toi que reviento- Así que me las arreglé para parar la “ambulancia” y conseguir un recipiente donde el viejo pudiera descargarse, que resultó ser una botella de jugo, de esas plásticas de boca ancha. Porque según el viejo agrandado, ninguna otra le servía (sic).
Un par de horas más tarde, el viejo me pasa la botella medio llena y me dice:
-Bota esto pelao, ya está llena.
Tomé la botella “tibiecita” con algo de asco y la tiré por una ventana del vehículo.
-Pelao- me dice el viejo como media hora más tarde. –Pásame la botella que me dieron ganas de mear de nuevo.
-¿Qué botella viejo? Si la tiré por la ventana- le digo con alarma.
-Pero, ¿cómo?... ¿botaste la botella?.. ¿y porqué?
-Tu me dijiste- le digo, sin saber que hacer.
-Te dije que botarai el meao huevón ¡no la botella!
-Yo tiré toda la huevá por la ventana viejo culiao. Aguántate un poco que ya vamos a llegar.
Lo cierto es que el viejo se tuvo que aguantar un buen poco y me recordaba cada quince minutos lo poco solidario que había sido al tirar la botella por la ventana, pero a esa altura la adrenalina me había bajado lo suficiente como para mandarlo a la mierda y obligarlo a controlar la vejiga.
-¿Cómo no vai a poder controlar el esfínter viejo, o acaso ya no tenís “apriete”? le decía para mantener al viejo a raya mientras miraba por la ventana para ver si estábamos llegando a alguna parte donde conseguir otra botella.

Llegamos al Cuzco discutiendo por culpa de la maldita botella. Deben haber sido como las 11 de la noche o tal vez un poco más. Afortunadamente estaba Gorky esperándonos para allanar el proceso y menos mal que yo andaba con algunos soles en la billetera porque había que pagar la admisión. Acomodaron al viejo en la sala de urgencias junto a un par de especímenes de lo más extraño, entre ellos un cholo serrano que al parecer se había caído a una mata de combos, que sólo hablaba quechua y transmitía en amplitud modulada, y un par de otros especímenes a punto de sufrir un coma etílico.
Tras el procedimiento, Gorky me invitó a comer a un restaurante chino que no se parecía en nada a los que yo conocí en Lima y ni siquiera en Iquique, pero el estómago manda y me recordó que lo único que me mantenía en pié era el escuálido desayuno del hotel de Andahuaylas, así que hice de tripas corazón, o al revés y me tragué lo que pude antes de irme a descansar un poco a la casa de Gorky que tuvo la amabilidad de alojarme esa noche.
De la casa de Gorky tengo vagos recuerdos. Pero el dolor que sentí cuando me saqué los bototos y logré desprenderme las medias que se me habían pegado a la piel, producto de las ampollas reventadas y la sangre reseca que me había ganado en el descenso del cerro de Curahuasi no los voy a olvidar nunca. Tenía golpes, moretones y arañazos de todo tipo en las piernas y las manos y recién tuve consciencia de que me dolía “todo”.
Me dormí como tronco durante algunas horas, hasta que desperté o alguien llamó a la puerta para despertarme. Me dí una du-du-du-cha-cha.... a-a-antes de-de- vo-vo-volver al hospital, pero tuve que volverme a poner las medias tiesas y el resto de la ropa con la que había llegado, porque todavía andaba disfrazado de parapentista y no tenía nada más que ponerme. El resto de mi equipaje había quedado en el hotel dentro de mi mochila, junto a un par de botellas de vino tinto que traje por si acaso. Porque una vez tuve la mala ocurrencia de pedir una copa de vino “de la casa” en un restaurante de Lima. No se trataba de cualquier restaurante, era el “Manos Morenas” de Barranco, pero parece que se metió alguna “mano negra” cuando hicieron el vino, porque era más malo que “El gran portón” y la versión plástica del “Bodega Uno”. Me atrevería a decir que era más malo que el “Anfitrión” de la Viña Undurraga. ¡Puajjj!
El día 28 de Julio, día nacional del Perú, me fuí tempranito a acompañar al Lulo que ya le había dicho en todos los tonos posibles a todas las personas que se le acercaron que el no era “donante de órganos”, porque al igual que Pelao, parece que tambíen ha visto mucha tele.
Llegué poco después de las nueve y entré a ver como estaba el viejo que tenía la mirada medio extraviada:

-Hola Lulito, ¿cómo estai?- cuando me escuchó hablar en chileno, volvió al planeta tierra.
-Mejor negrito, gracias-
-¿Cómo está tu espalda? ¿te duele mucho?
-No mucho, pero puta que me duele la mandíbula-
No supe que decirle a ese último comentario, pero evite cuidadosamente mencionarle por ahora el motivo de su dolor. Un poco más tarde pude acompañar al viejo en la ambulancia que nos llevó a la clínica particular que tenía un aparato de scanner para hacer los exámenes correspondientes y que quedaba como a media hora del hospital. Por suerte, no hubieron incidentes notables en el proceso, salvo la espera, porque era feriado nacional y todo andaba más lento.

Volvimos de buen ánimo al hospital con las placas del scanner que al parecer no indicaban fractura por lo que nos informaron en la clínica. Pero la voz oficial debía ser la del médico así que esperamos su juicio.
El asunto era muy delicado, pero no tanto... ¿? Al viejo se le habían comprimido un par de vértebras producto del golpe, pero no presentaba fractura. De cualquier forma era necesario inmovilizarlo para prevenir cualquier consecuancia nefasta, ya que este tipo de casos solían ser muy complicados. Lo más probable era que fuera necesario enyesarlo de la cintura hacia arriba.
-Voy a chequearlo más tarde y a consultar con el traumatólogo para ver cual es la mejor alternativa.
Y pasaron las horas. Y el médico no volvía.
El traumatólogo tampoco aparecía y era la hora de cambiarle el suero al viejo, así que una enfermera me pidió “amablemente” que esperara afuera. Caminé un par de pasos y me quedé observando a través de la puerta semiabierta como las enfermeras luchaban para encontrarle una vena al viejo. Perdí la paciencia al escuchar como se quejaba el viejo después del décimo intento y una de las enfermeras sugería utilizar las venas de los pies que eran más fáciles de detectar. Me metí a echarle la foca a las enfermeras por su ineptitud y armé una pequeña casa de putas hasta que lograron encontrarle una vena utilizable al viejo en el dorso de la mano y le pusieron el suero.
Ya había pasado la hora del almuerzo y empezaba a perder la paciencia, porque no aparecía nadie que pudiera dar la orden para enyesar al viejo y mandarlo para la casa. Se llegó la noche y me despedí del viejo con la promesa de volver temprano en la mañana.
Busqué un local con internet para enviar las noticias al resto del grupo, pero lo que me salió no era muy alentador, sólo recordaba los correos del Pelao y Canito que me dijeron que iban a estar pendientes y les hice un pequeño resumen de la situación:
La verdad es que pensaba que el asunto iba a ser tan simple como en Iquique, pero el médico hijo de meretriz que tenía que revisar el scanner del Lulo no se ha aparecido en toda la tarde, la última vez que alguien lo vio fue como a las 11 de la mañana. De más está decir que ningún otro funcionario se quiere hacer responsable de darle de alta al viejo. Encima un enfermero le terminó de meter susto al viejo, contándole historias de fantasmas curcos con vértebras aplastadas, por falta de una buena camisa de yeso. Por eso, era mucho, pero mucho mejor que se enyesara, ya que un movimiento malo o demasiado brusco y chao pescao.
...Pero mañana, porque el traumatólogo encargado del poner los yesos y el único que conoce la fórmula secreta del procedimiento, tampoco hizo su aparición hoy día.
Por otro lado me informan que existe la posibilidad de usar un corsé (faja) para restringir los movimientos de la columna, así que rebusqué entre las cosas del Lulo, hasta que encontré la faja que nos pasó el Frank, para inmovilizar al viejo durante el viaje en la “ambulancia”. Pero en cuanto se la mostré a alguien, la miró con cara de asco y dijo:
-No, esa no pues. Está usada y no le sirve- Y agregó con cierto aire de autoridad:
-Además, la otra es mejor porque la fabrican aquí mismo, pero no aquí mismo pues, sino en un hospital de niños especiales y que está llena de corsés- Se detuvo un momento para respirar, me miró con cara de circunstancias y agregó:
-Pero no creo que le puedan vender hoy pues, ¿No vé que es feriado?- Como si yo supiera de que estaba hablando. Y concluyó categórico:
-Y mañana también, así que mejor lo enyesamos no más pues- Hizo un amago de partir corriendo a preparar los materiales para el procedimiento, pero se contuvo y dijo dubitativo:
-Pero no ha llegado el doctor. Lo mandamos a buscar pues. Pero verá; lo que pasa es que la temperatura ya ha bajado mucho. Se ha hecho muy tarde y no es lo adecuado pues, porque el yeso no seca bien.
-Si lo hubiéramos hecho en la mañana para evitarnos los problemas de la temperatura que está bajando pues- Y agregó como corolario:
-¡Qué lástima que el doctor no diera la orden antes!... Si es que hubiera venido pues. Quizás viene más tarde- Y cómo si su opinión fuera concluyente terminó:
-Entonces lo enyesamos mañana no más pues “amiguito”...
Sin comentarios.
Encima, ahora yo me estoy sintiendo abandonado y nostalgico. Echo de menos mis calzoncillos y medias limpios, mi personal stereo Y LAS BOTELLAS DE VINO!!!, y mi carnet y mi pasaporte. No sé como cresta me voy a meter a un hotel hoy día sin documentos porque ni cagando me voy a la casa del Gorky de nuevo. Me cagué de frío anoche mientras trataba de dormir y luego me recagué de frío a la hora de la ducha porque la llave de color azul era del agua fría y la llave de color rojo era del agua más fría. Desayuné un yogurt y una leche de soya mas un par de panes integrales que parecian galletas como a las 10 de la mañana cerca del hospital, antes de llevar al Lulo al scanner, y ahorita son las 18.30 y todavia no almuerzo, pero me tomé un juguito como a las cuatro pa' engrupir las tripas.
He recorrido el hospital y sus alrededores no se cuantas veces y todavía no encuentro un hotel cerca. Ni siquiera hay donde cambiar dólares. Tuve que ir al centro en la tarde, porque al viejo no lo dejan tirarse un pedo si no ha pagado la tarifa correspondiente a la expulsión de ventosidades... ¡pero en soles pé!.
Y el viejo Lulo ya se siente un poco mejor, está empezando a pensar que va a tener otra historia para su anecdotario y empezó a trasmitir puras tonteras:
-¿Me voy o no me voy?- Se pregunta indeciso, luego me mira y dispara:
-¿Me enyeso o me pongo la faja? ¿Qué opinai tú?- La respuesta me sale del alma.
-No sé viejo culiao, esa es tu decisión. Además no soy médico, así que no me metai en huevadas- Casi ni me toma en cuenta y sigue:
-Pero... y si nos vamos hoy día. O mejor nos vamos mañana. ¿Y quién va a pagar la cuenta del hospital pa' que me den de alta?- Lo miro a los ojos con expresión tranquilizadora y le digo:
-Déjate de pensar huevadas Lulo. Vos no te preocupís de eso ahora- Pensando en el cupo internacional de mi tarjeta Master y en que el Max se comprometió a asumir los gastos, mientras le guardara las boletas y facturas. Y el viejo seguía en otro mundo, producto de los fármacos posiblemente:
-¿Le habran avisado a mi familia?- Se espabila un poco y me dice:
-Mándale un mail al Leo y dile que estoy bien?- Y sigue:
¿Habran avisado a Iquique?- Y yo pensando:
-Puta el viejo culiao pesao- Estoy que lo mando a la chucha y lo dejo botado aca, pero me arrepiento enseguida y empiezo a preocuparme de otras cosas.
El Gorky no me dejó el número de teléfono que me iba a dejar para "cualquier cosa", y se fue... ¡Se fue de viaje!.
Empiezo a preguntarme donde andarán los organizadores de la aventura que ya no los veo por ninguna parte.
Me doy cuenta de que estamos tirados en la cima del turismo mundial y no puedo salir a turistear porque el maldito doctor debe andar celebrando su día nacional como corresponde.
Estoy pensando seriamente en lanzarme con todo el cuerpo a la noche, aprovechando que todos celebran. El problema es que estoy más solo que el chato Hernán.
Pero primero necesito un par de calzoncillos y calcetines limpios, y curarme las ampollas de los pies, y tal vez un par de zapatos decentes, porque con los bototos que ando trayendo no me van a dejar acercarme a ninguna pista de baile.
Voy a tratar de llamar al hotel donde se está alojando el resto del grupo, por si no leen mis correos para avisar donde voy a alojarme esta noche. Espero encontrar una pieza con baño, agua caliente y TV cable por lo menos, pero las interrogantes no me dejan tranquilo mientras el Lulo sigue transmitiendo sus propias preocupaciones:
¿En que hotel estarán?
¿A quien será apropiado llamar para avisar problemas mayores?
¿Donde conseguir el número del celular del Max?
¿Habrá otra persona a quien pueda informar?
¿Le habrán avisado al Prai$$$?
¿Habrán podido volar hoy día?
¿Cómo lo habrán pasado?
¿Habrán cuidado mis cosas?
¿Y las cosas del Lulo?
Me acuerdo del par de botellas de vinito chileno que traía de contrabando en la mochila y me vuelve la pena.

Continuación...

Volando alto (1a. Parte)

Preparación y despegue

Con toda seguridad fue Canito quien me informara a mediados de Julio de 2003, que el piloto peruano Max Barrera había envíado una invitación para 10 pilotos iquiqueños, con la intención de hacer unos vuelos de exhibición en Andahuaylas y Abancay en el vecino país, con motivo de las actividades en pro del turismo realizadas durante la semana de su fiesta nacional. La invitación se la había hecho llegar directamente a Frank y en primera instancia podía inscribirse cualquiera que estuviera en condiciones de volar, así que había un montón de interesados.
Posteriormente, por razones que desconozco, el asunto quedó en manos de la ACHVLZN y pasó lo que siempre sucede en estos casos. Al tratar de ordenar el asunto, lo primero que se les ocurrió fue descartar a cualquiera que no estuviera inscrito en la asociación, y enseguida, que sólo podrían ir los que estuvieran con sus cuotas al día. Las peleas y discusiones se pusieron a la orden del día. Al final, varios interesados que estaban en excelentes condiciones para volar fueron reemplazados por varios interesados en turistear por Cuzco, pero que no necesariamente estaban en las mejores condiciones para levantar el vuelo. No quedamos todos muy contentos, pero así se dieron las cosas. Al Canito no se le borraba la sonrisa de la cara ni con un combo, y me recriminaba:
-De que te quejai Suegro, si vai a viajar y a turistear gratis, con todo pagado- a lo que repliqué:
-Mira pendejo, en este mundo, “nada” es gratis, todo se paga, de una u otra forma- me miró con incredulidad y remató con un argumento final y definitivo:
-El Cuzco, Suegro. Machu-Pichu, el Valle de los Incas ¿Qué reclamai?.
El team final quedó compuesto por Frank como jefe de la expedición, Canito, Pelao, Xavier, Luis Olmos y su hija Carolina, el viejo Lulo y su “amigo” Hernán, Fidel que venía de Calama y éste servidor.
El viaje comenzó de forma extraña. Para empezar el chato Hernán ofreció un furgón para llevarnos a todos hasta Arica, por una módica suma que debíamos cancelar con anterioridad y que incluía el viaje de retorno Arica-Iquique. Lo más difícil fue conseguir que el viejo Lulo se subiera al furgón en compañia del chato Hernán y que se comprometiera a no sacarle la cresta durante la primera parte del viaje. Lo que sucediera en territorio internacional era cuento aparte. Por otro lado, las rencillas entre el Lulo y Hernán venían de bastante tiempo atrás y creo que nunca habían pasado a mayores. Existían algunos rumores de agresiones verbales y físicas pero nada concreto. Por cierto, la atmósfera dentro del furgón se podía cortar con un cuchillo.
El pobre Fidel fue la primera baja, ya que la policía internacional le impidió salir de Chile mientras no resolviera algún problemilla menor, del tipo que le pasa a la mayoría de los hombres separados cuando se atrasan un par de días en pagar la pensión alimenticia y la ex no tiene mucha paciencia, pero sí mucha rabia acumulada. Así que el parapente de Fidel comenzó su viaje sin su dueño y fue todo un incordio durante la primera etapa, pero lo asumimos de buen ánimo porque de más de algún apuro nos podría sacar más adelante.
El viaje transcurrió sin incidentes, salvo que llegamos con un poco de retraso al terminal de Tacna y tuvimos algunos problemas para meter los equipos de parapente en los compartimientos de carga del bus (después de pagar por el sobreequipaje evidentemente). Tras los abucheos del resto de los pasajeros que estaban medio cabreados, porque de alguna forma el Frank se las arregló por teléfono para que el bus nos esperara algo más de quince minutos, más el tiempo necesario para pesar las mochilas y el reacomodo de varios bultos para acomodar nuestros equipos, era muy comprensible.
Al poco rato de iniciar el viaje, a todos nos cambió el ánimo, porque la azafata del bus comenzó a distribuir cartones de bingo a todos los pasajeros, de manera que estuvimos un buen rato pasándola chancho y atesorando la secreta esperanza de ganarnos un bolso deportivo marca "Mike" donde guardar nuestros equipos de parapente.El trayecto hacia Cuzco contemplaba el paso por Puno, así que durante la noche casi nos congelamos porque el bus no tenía aire acondicionado y si nos movíamos un poco frotándonos las manos para calentarnos un poco comenzabamos a apunarnos. Yo debía ser el más feliz de todos porque el chato Hernán se me pegó como lapa y me brindó varias charlas gratuitas acerca de un montón de enfermedades de lo más variadas y los beneficios de andar siempre con algunos fármacos imprescindibles en un bolso de mano y cada quince minutos recurría a su bolso para sacar una pastilla para esto, unas gotitas para esto otro, o unas cápsulas por si acaso le producía alergia el almizclado olor proveniente de las axilas y otras perfumadas partes del resto de los pasajeros, que probablemente nunca ganarían ni siquiera un diploma por participar en un concurso de aseo personal.

En el terminal de Cuzo nos esperaba Max apoyado en un bastón y con una bota plástica en lugar del yeso habitual (un aterrizaje poco afortunado, comentó). Estaba muy bien acompañado por una de sus hijas que pesaba un poco más que un bidón de gas y al par de pendejos le empezaron a aflorar los colmillos enseguida. Deben haber sido cerca de las 7 de la mañana cuando nos acomodamos en tres taxis y nos fuimos con rumbo al centro de la ciudad, directo a unas oficinas que tenía el cuñado de Max, Gorky. Tuvimos que esperar un rato en la calle mientras aparecía el susodicho, para poder acomodar las mochilas adentro y asearnos un poco. Tras las presentaciones, tuvimos un poco de charla instrascendente antes de ir a tomar desayuno a un local cercano. Ocupamos parte de la mañana en pasear por la ciudad y visitar algunos hitos importantes con Gorky como guía turístico.




Más tarde se agregó un parapentista gringo, suizo o sueco, que se llamaba Ingo o algo muy parecido y que llegó de alguna manera a participar de la aventura junto a un par de parapentistas locales que no tuve el honor de conocer muy bien. Almorzamos frugalmente en otro local y nos miramos sorprendidos con Xavier cuando llegaron las bebidas Inca-Kola mientras las cervezas jugaban a las escondidas. Bueno, ya tendríamos ocasión más tarde, nos dijimos.
Después de almuerzo, subimos todos los pertrechos a un bus (micro) de pasajeros que hacía el recorrido hasta Andahuaylas. El paisaje era espectacular y mucho más hermoso de lo que hubiera imaginado, pero de alguna forma el chato Hernán se las arregló para sentarse conmigo nuevamente y quitarle algo de encanto. Luego de un par de horas, Pelao no aguantó más y decidió sacar una de sus cartas. En una breve parada del bus, compró una bebida cola (era bien oscura por lo menos), le extrajeron una buena cantidad de líquido y lo reemplazaron con su equivalente que provenía de una botella de Havana blanco que Pelao sacó de su mochila con un par de movimientos mágicos.
Comenzamos a circular la botella ante la alarma e indignación del chato Hernán que no podía creer lo que veían sus ojos y logramos sacarle un par de brindis al Max que empezaba a entrar al cuento, pero luego se acordó de su papel y le aconsejó a Pelao que guardara la botella para más tarde, sugiriéndole que ahorraran energías ya que quedaba mucho viaje por delante.
Y era cierto, a la micro le costaba una enormidad subir por las cuestas de un cerro, llegaba a la cima y luego comenzaba a bajar la hondonada. El chato Hernán ayudaba a frenar con los cachetes del culo, mientras miraba el precipicio por la ventana. Cuando llegábamos abajo, el ciclo comenzaba de nuevo. Estuvimos detenidos un largo rato a causa del accidente de un vehículo que tenía los frenos más malos que nuestro bus y había pasado de largo en una de las innumerables curvas de la carretera. No recuerdo cuantos cerros y hondonadas más, pasamos antes de llegar a Andahuaylas casi al anochecer. Menos mal que la botella siguió jugando a ser pelota de ping-pong y sedativo provisional.
Llegamos al hotel y comenzó una aspera discusión para ver quien se acomodaba con el chato Hernán, hasta que llegó Canito y le informó al Lulo que era el afortunado; lo habían tirado a suertes y al Lulo le tocaba hacerse cargo del bulto. El viejo lo miró con cara de no entender nada y empezó a argumentar una desesperada defensa, pero el Canito seguía implacable sin dar su brazo a torcer. El viejo se dio cuenta de que por ese lado no iba a conseguir nada y se fue directamente a reclamarle al Frank. Me imagino que el Frank se debe haber tomado un par de minutos para explicarle al viejo que probablemente era una broma de los pendejos, pero que para zanjar el asunto y evitar problemas, él, personalmente iba a resolver el asunto.
El viejo volvió con cara de asesino profesional, tipo comando táctico, buscando a Canito y el Frank apareció con su mejor sonrisa tratando de endosarle a alguien más el cacho. La mirada del Xavier se encontró con la mía y dijo:
-Nosotros ya estamos listos ¿Cierto?- recurriendo a mi apoyo.
-Cierto- dije yo- recordando el bolso de mano y mi adversión a todo tipo de remedios -ya lo habíamos conversado- agregué definitivo.
-Nosotros también- dijeron al unísono Pelao y Canito.
-Yo tengo que estar con mi hija- dijo salomónicamente Luis Olmos.
-Del Lulo ni hablar- reconoció Frank y estaba listo para asumir su carga en forma estoica hasta que se le ocurrió una idea brillante.
-¡El gringo no lo conoce!- y partió raudo a tratar de resolver el impasse.
Nos bañamos y nos aseamos un poco en un dos por tres, y al rato estábamos casi todos en una disco de Andahuaylas, listos para la guerra. Pero no había guerra, ni batallas, ni trifulcas o fuegos artificiales siquiera. La pista estaba casi vacía cuando llegamos, salvo un extraño personaje que bailaba solo en la pista, ataviado con una camisa blanca con vuelos. Pensé que podía ser un profe de salsa o algo por el estilo, hasta que lo escuché hablar y no me quedó ninguna duda: No era profe de baile, pero de seguro le bailaba a su profesor particuliar.
Los seres del sexo opuesto brillaban por su ausencia, aunque había un tipo en un rincón que estaba rodeado de todas las minas que habíamos visto, los pendejos llegaron con la mala noticia de que las minas estaban apadrinadas por el negro feo del rincón. “Acabronadas” pensé para mis adentros, de modo que nos pusimos a hacer lo que dictaban nuestros cánones morales de conducta y atacamos el bar.
Fuimos presentados con otros personajes bastante importantes, relacionados con el turismo de la región, incluyendo un gordo muy simpatico que administraba una empresa de canotaje, así que quedamos cordialmente invitados para participar de una bajada en canoa por los rápidos del río Apurímac, apenas aterrizáramos al día siguiente. Ya que era parte del programa.
Salí bastante chispeado de la disco, sin siquiera pensar en consecuencias negativas y me fui dede... dere... rede... chito para el hotel.
Mi angel de la guarda (cosecha del 63) me acompaño hasta mi destino y llegué sin incidentes, me dormí como angelito y no supe más hasta el otro día.
Tempranito por la mañana...
Las caras de espanto que me rodeaban (incluyendo la mía) casi me inducen a devolver el desayuno. Menos mal que el trámite duró menos que un Candy, porque el vehículo ya nos estaba esperando.
Partimos en otra micro, rumbo a Curahuasi, esta vez íbamos solos y teníamos todo el vehículo a nuestra disposición, así que el chato Hernán podía sentarse donde quisiera, pero casi todos se aseguraron y se sentaron con sus correspondientes mochilas de compañía como seguro.
Al llegar a la ciudad, faltaba la pura orquesta para esperarnos. Habían dispuesto hasta letreros alusivos al evento y el alcalde dirigía personalmente las actividades. Tras un rato largo mientras nos poníamos más y más nerviosos al ver como avanzaba la hora, acomodamos los equipos en un par de furgones y camionetas que nos llevarían al despegue.

El cerro al que nos dirigíamos debe haber tenido sus buenos 800 metros de elevación respecto del plano que estaba a algo así como 3400 msnm y formaba parte del gran Cañon del Apurímac. Grande fue la sorpresa cuando los vehículos se detuvieron al pie del cerro y ante nuestros ojos aparecieron unos peones con una recua de mulas y un par de caballos. Por lo menos no íbamos a tener que caminar. Hubiera sido el colmo que empezaramos a desmayarnos por efecto de la puna a mitad del cerro.
No había montura para todos así que los más viejos (Luis), enfermos (Hernán y Frank que tenía algún problema en la columna por un mal aterrizaje y que vestía una faja ortopédica como aditamento) y las damas (Carolina, la hija de Max y una prima de ésta última) se aseguraron primero, el resto íbamos a tener que turnarnos con las mulas que quedaran. Menos mal que no había mucha puna y que no estábamos tan mal físicamente gracias a nuestras constantes visitas a Palo Buque.

Lo más entretenido del serpenteante camino que bordeaba un precipicio de más de mil metros que formaba parte del Cañón fue el momento en que la montura de la mula en que iba Frank un poco más adelante mío y que era un poco más grande que un pony, se desplazó un par de grados. Frank trató de acomodarse al percibir la inclinación, pero a sus pies le faltaban un par de pulgadas para tocar el suelo y el peso de la mochila con el biplaza que cargaba en sus espaldas, provocó que la montura se inclinara un par de grados más y casi inmediatamente, un montón de grados más. Como resultado de esto, el Frank terminó con toda su larga humanidad en el suelo con la mochila como amortiguador y luego como un lastre que le impedía recuperar la vertical. Todo fue tan rápido que no alcancé a sacar la foto que hubiera salvado el viaje.
El mediodía había pasado hacía largo rato cuando logramos reunirnos todos en la zona destinada al despegue, que no se parecía mucho a lo que nos había descrito Max. El viejo Lulo siempre suspicaz le preguntó a boca de jarro a nuestro anfitrión:
-¿Y tú, has volado aquí Max?- así como no quiere la cosa.
-Claro, por supuesto. Si hasta tengo una zona despejada de arbustos- indicando un rectángulo donde se veía un poco de pasto más amarillento que el resto-
-¿A esta hora?- insistió el viejo.
-La verdad es que no, siempre trato de volar un poco más temprano- (un poco=bastante deducimos).
El resto escuchábamos y mascábamos nuestras dudas particulares. Lo cierto es que la zona era espectacular para hacer un despegue sin viento y antes de que empezaran a soltarse las térmicas del suelo. O sea, un pianito, pero varias horas antes.
Mire a Canito que había dejado de sonreir hace rato y le dije:
-Aquí es donde empezai a pagar el viaje pendejo- hizo una mueca, se encogió de hombro, le volvio la risa y dijó mientras se dirigía a preparar su equipo:
-Vamo' a volar viejo juato, a eso vinimos.
El viento era un poco más que una brisa, pero el problema es que no percibíamos una dirección definida. Cada uno trataba de encontrar el mejor lugar, pero estaba casi todo lleno de arbustos repletos de espinas, con excepción de la zona que había despejado Max, buscábamos algún indicio en el valle que nos indicara la dirección del viento, pero sin mangas de viento ni indicadores era bastante difícil, salvo por una columna de humo que se divisaba a lo lejos y que curiosamente parecía alejarse de nosotros adentrándose en el valle con una dirección bastante cargada hacia la derecha desde nuestra perspectiva.
El viejo Lulo improvisó unos indicadores con un par de banderas de los candidatos a senadores y diputados por la primera región que databan de las últimas elecciones y que curiosamente estaban en su mochila. El viejo acostumbraba a coleccionar las famosas banderas con propósitos más prácticos que su uso habitual; como indicadores de viento para cuando hacía instrucción en Palo Buque y en otras partes. A nadie sorprendió que los indicadores se volvieran un poco locos apuntando para cualquier parte. Los más desconfiados seguíamos sin abrir las mochilas y buscando algún sitio adecuado. Recorrí un poco la zona junto a Frank y casi me voy de espaldas cuando me asomé a la cara posterior del cerro. La impresionante vista del Cañon del Apurímac me llegó a dar vértigo. El gran río se veía diminuto como sepetecientos mil metros más abajo. De alguna manera habían logrado emplazar un mirador de concreto, con una barrera en forma de media luna que se veía bastante firme y que parecía colgar al borde del precipicio. Al acercarme cauteloso dando pasos cortitos para asegurarme de que el mirador era tan firme como parecía, me compadecí de los trabajadores que tuvieron que empotrar la estructura en la roca. Al aventurarme hasta la barrera misma me percaté del viento constante que me daba de frente en la cara y le comenté a Frank que ese era el sitio perfecto para despegar. El problema es que teníamos que volar hacia el lado contrario. Pero tal vez hubiera sido posible despegar desde allí para luego circundar el cerro, tomar un poco de altura antes para esquivar el inmenso rotor que debía formarse del otro lado. El problema hubiera sido recoger a los que no pudieran tomar altura, quien sabe cuantos kilómetros corriente abajo del río, si es que lograban aterrizar enteros en su ribera.
Cuando volvimos con el resto del grupo, se estaban haciendo apuestas acerca de si el chato Hernán lograba despegar o no. Una veintena de metros más abajo, en un sector del cerro que formaba un declive no demasiado pronunciado, pude ver al Hernán cuando abortaba un intento fallido de despegue, ya había levantado la vela y estaba comenzaba a avanzar cuando un lado de la vela colapso completamente, por la falta de presión en esa altura. El viejo Lulo ya nos había advertido más de una vez:

-Tengan cuidado cabros, que a esta altura hay muy poca presión porque el aire es menos denso que a nivel del mar.
Al lado de Hernán estaba Xavier con la vela de Fidel y totalmente equipado (cortavientos, casco y guantes) listo para seguirlo.
Despues de un par de intentos fallidos más, Hernán logró levantar la vela utilizando el despegue común cuando no hay viento, o sea, de frente, con los brazos totalmente extendidos hacia atrás, para darse el impulso inicial y luego plantar carrera, corrió como seis metros antes de poder despegarse del suelo. La vela hizo un movimiento pendular bastante pronunciado cuando el chato se acomodó en la silla demasiado pronto y casi se encuentra con la pared del cerro, pasó raspando un par de arbustos hasta que al fin comenzó a planear alejándose del cerro y sus peligros.
El chato sacó hasta aplausos de entre el montón de curiosos que nos habían acompañado hasta la cima. En menos de un minuto, Xavier estaba haciendo lo mismo aprovechando la calma del viento en ese momento. Seguimos su vuelo con la vista hasta que los vimos llegar al estadio, mientras escuchábamos los comentarios de Hernán por la radio. Xavier nos comentaba que abajo estaba la locura. Los habían recibido como héroes, pero que tuviéramos cuidado con la aproximación, porque la cancha no era muy grande y las velas planeaban más de la cuenta. Ahora me doy cuenta de que el Indio aterrizó con un poco de viento de cola.

Continuación...


Copyrights


Aunque la Ley 17.336, en su artículo primero, protege los derechos intelectuales del autor desde el momento mismo de su creación "por el sólo hecho de haber creado la obra", sugiere además, la conveniencia de inscribir apropidadamente los trabajos en el Registro Nacional creado para tales efectos.


Esta recomendación es en parte para simplificar la identificación apropiada del autor en caso de ser necesario, al utilizarla como elemento probatorio inapelable, pero más que nada para mantener registros y estadísticas de la producción y quehacer nacional en las distintas ramas de expresión artística.

Buena parte de mi producción musical y literaria está inscrita apropiadamente en el Registro de Propiedad Intelectual, dependiente de la Dirección Nacional de Bibliotecas, Museos y Archivos de la República de Chile, más que nada porque hasta hace algún tiempo pensaba que era imprescindible, pero ahora sé que no es tan así y que cualquiera de los respaldos que mantengo en diversos medios (computadores, diskettes, cassettes, CDs, discos duros, e-mails, web drive, gmail drive, pen drives, páginas especializadas de internet, etc. además de un par de viejos cuadernos de tapas extra duras que son mi biblia) me podría servir llegado el caso. Incluso este mismo blog que lleva un registro de las fechas de publicación de los artículos se convierte en una excelente referencia dado el caso.

El trámite de inscripción es bastante simple en realidad e incluso se puede realizar por correo (si es certificado, mejor) dirigido al Conservador de Derechos Intelectuales, acompañándose una copia o fotocopia de la obra de que se trata, impresa en papel.

Dirección: San Isidro 247, 2° piso, Santiago Centro, Chile
Teléfonos : 2222663 - 6346497. Fax: (562) 63552268.
Horario de atención de público : Lunes a viernes de 09:00 a 14:00 Hrs

En el caso de canciones se debe adjuntar una copia adicional de la letra y la partitura correspondiente a la línea melódica. Deben indicarse además los datos del autor y enviarse el valor de la inscripción en vale vista o cheque nominativo y cruzado a nombre de Dirección de Bibliotecas, Archivos y museos. El valor de inscripción por cada obra corresponde al 10% de la UTM correspondiente a la fecha en que se realice el trámite. En lo personal, nunca he tenido ningún tipo de problema para realizar el trámite y a vuelta de correo me han llegado los certificados correspondientes.

Mucha más información al respecto pueden encontrarla en los siguientes links:

Ley 17.336:
http://www.ads.cl/Ley.htm

Página web de la Dirección de Bibliotecas, Museos y Archivos:
http://www.dibam.cl/derechos_intelectuales/





De Tinta, Madera y Aire

Me entretuve un montón poniéndole música a unos textos de mi gran amigo Cesar "Cuto" Contreras.

Porqué escribo (Introducción)

Flor del Inca

A Paulina

El otro peldaño

El año pasado

Interrogantes (¿?)

Hoy y Mañana (Estadísticamente)

Fruto Espiritual

Calamorros



Flores, colores y amores

El aprendizaje de nuevos acordes, de nuevos arpegios es el alimento de esta serie de canciones que nacieron junto con su música.



Entre Promesas y Recuerdos

En un Pedazo de mi Corazón
El Largo Viaje
Rojo y Azul

Y una mañana
Sentí que me amabas
Despiértame Amor
Desde el Fango
Al principio
Tanto recordar
Hace tantas cosas
Entre la Razón y la Pasión


Sueños Profanos

Hace muchos, muchos años, alguien me pidió ayuda para una tarea. Necesitaba escribir un poema, no se me ocurrió nada mejor que escribir "Sueños Profanos", encerraba muchos conceptos bastante difíciles de asir, tales como los amores platónicos, la fidelidad (o infidelidad), principios morales y religiosos, amores prohibidos y obsesivos, de manera que me quedó dando vueltas en la cabeza durante bastante tiempo y llegué a escribir toda una serie de poemas relacionados con esta idea principal. Estuvieron añejándose hasta que un buen día les llegó su momento de madurar y convertirse en canciones.


Sueños Profanos
Gaviota de Luna
Tu Madrugada
Obsesión Imperdonable
Tus Bosques Virginales
El Llanto de los Mares
Noches Espectrales
Este Viento Huracanado

¡Ay Amor!
Rebelde y Peligroso
Perdí todo lo que fui
Para no ir más allá


Primavera

A todos les llega su cuarto de hora y el amor invade nuestras vidas. A mi también me pasó.


Esperando que Todo aún sea Cierto
Cuando te marchas

¿Es que acaso no sabes?
No me digas que no hay tiempo
Mucho más que yo
Aunque tu no me veas
Estos años
¡Oye Tú!
Y te amo igual

Sola y en silencio
Ningún Día es Igual
Viaje Interior



De la vida y la verdad

Como quien dice "de todo un poco", pero principalmente mis ideas acerca de la vida misma, lo que pienso de ella y algunas canciones muy especiales que no tienen cabida en otra parte.

Breve Historia de una Vida
La Máquina del Tiempo
Jardines de Recuerdos
Preguntas y Respuestas
Tita y Tata (Letra del "Cuto")

Mis Cuatro Estaciones
Más allá de Los Andes
De la Vida y la Verdad
Viejo Hermano del Perú
Tribulaciones de Siempre

Correo Especial


Algo más que un montón de carne y huesos

La mayoría de éstas canciones fueron compuestas en los inicios de mi exploración de este campo, alguna que otra de cuando todavía estaba en la enseñanza media, con suerte me sabía algunos acordes básicos y aún estaba lleno de ideales. Otras fueron escritas mientras aún era estudiante de programación y todavía me quedaban ideales.

Algo más que un montón de carne y huesos

Ningún día es igual

Estados alterados

Un poco de amor, un poco de paz

Marcha atrás

Quiero ser grande

Cordillera

Pesadillas de Futuro

Sueños cósmicos (¿Vida?)

Historia del Vigía (El Mensajero)



Hijos del Sol





Madre Ancestral

Tierra,
Tierra
Madre sagrada
Pachamama querida
madre adorada
¿Quién te entiende mejor que tu hijo ancestral
que ha sufrido surcando
de arrugas tu faz?

Tierra,
mi tierra
chuspa onerosa,
rebalsan tus frutos
mis sueños fastuosos
De todos mis ruegos tu vientre rebosa
y por tí es que respiro
que como y reposo

Te conozco de siempre y de siempre he sabido
que has sido mi madre que tu me has parido
desde antes que el viento trajera de lejos
cualquier religión (lo he sabido de viejo)

También he sabido que el Padre Supremo
hacedor de la vida, lo malo y lo bueno,
ha estado cuidando allá arriba en el cielo
a todos sus hijos con manto de esmero.




Diluvio

Y llovía y llovía
y era el mar que caía
y ya día no había
sólo noche vacía

Y llovía y llovía
y cuando el cielo se abría
agua pura venía
a lavar la malía

Y llovía y llovía
y las estrellas venían
a parir nuevos días
a gotear sangre mía

Y llovía y llovía
y el planeta reía
las montañas se hundían
y el dolor se perdía.

Y llovía y llovía
y cantos nuevos nacían
pues ya males no había
en las flores que abrían.

Y llovía y llovía
y mil colores salían
a alumbrar estos días
que la vida encendían.



Amanecer

Era el tiempo de purificación
Justo antes que volviera el sol
Fue entonces que Wiracocha bajo al nuevo mundo
y Tihuanaco y su templo se hicieron fecundos
Abrió sus arcanos repletos de vueltas por el Universo
y el verde paseó por los campos y el árbol tocó el alto cielo,
por sus rendijas huyó el arcoiris y se apoderó de la pampa
manchando los pétalos tersos de miles de flores con alas

Bosques y praderas, Valles y mesetas
Tierra pariendo los tallos del tiempo

Las cavernas se alumbran con gráciles luces
que en pares se mueven, se encienden, se gestan.
Ventanas del reino animal que ahora suben
del negro profundo a la verde floresta.
El cielo se inunda de rápidas sombras
cual rayo cruzando racimos de nubes
las alas adornan la mágica alfombra
con trinos y cantos que bajan y suben

Y en el orgasmo supremo de este acto solemne
la roca revienta en fragmentos inciertos
teñidos al tiempo por fuerzas celestes.
(El padre arcoiris dirige el concierto)
Y las lágrimas acuden presurosas a los ojos
de la madre que ha llorado al sentir todo este gozo,
sus mejillas se desbordan de éste éxtasis acuático
que bajando hasta su vientre da al jardín un toque mágico.




Hombres de Barro

Wiracocha no descansa...

De sus manos eternas
celestes-milagrosas
moldeando aquel barro
que el diluvio formaba

brotaron figuras
humanas primorosas
que el aire, el sol y el viento
besaban y secaban

Y a cada estatua un pueblo,
a cada pueblo un traje,
a cada traje un canto
y a cada canto un signo

el Padre iba entregando
al tiempo que enseñaba
la lengua que hablarían
y todas sus comidas.

Wiracocha no reposa...

Y al tiempo que acabó
los mandó con voz de trueno
a remotos lugares
por bajo de la tierra

y a algunos les tocaba
salir desde los suelos
a otros de las aguas
y a otros de los cerros

éste de algún árbol,
y aquél de alguna fuente
de un lago-mar-laguna,
y de otros mil lugares

que debían venerar
cada pueblo con su altar
la huaca principal
de su estirpe y su linaje.




Milenios

Y los años se tornaron canos
¿cuántos siglos los aventajaron?
la memoria se perdió en la ronda
entre Amautas que son piedra y sombra

Las montañas son testigos mudos
de la historia de estos pueblos rudos
la barbarie se ensaño con ellos
y olvidaron al papá del cielo

¿Dónde fueron los consejos vanos?
¿Dónde estaba la sapiencia de años?
la memoria se volvía esquiva
y olvidaron al que los quería.

Y los ojos se volvieron ciegos
no veían que faltaban ruegos
los oídos sordos se volvieron
No escuchaban del padre el consejo

Pero el padre no olvidó a sus hijos
pues sufría a corazón partido
desde el cielo nos mandó a la tierra
a un lucero y la mas bella estrella.




Hijos del Sol

Manco Capac, corazón y roble,
Mama Occllo, primavera y calma.
Dos hermanos, dos esposos nobles
precursores del imperio Incaico

De Titicaca salieron,
viniendo del Collasuyo,
Y al norte se encaminaron
portando un bastón dorado.

De largo era media vara,
de grueso no más dos dedos,
de oro puro y brillante,
el cetro del rey gigante.

Y fueron por mil lugares
y en cada lugar trataron
de hincar hasta el mismo puño
la barra de un solo golpe.

Y en Pácarec Tampu pasó;
la barra entera se hundió.
marcando el futuro nuevo
del valle del Cuzco entero.




Tawantinsuyo

Ombligo del mundo fue,
el Cuzco tierra soñada
del Tawantinsuyo el alma,
del nuevo orden renacer.

Capital de la buena nueva,
bastión de los cuatro suyos
corazón de Aymarás y Quechuas,
crisol del Tawantinsuyo.

Al norte era el Chinchasuyo
y al sur era el Collasuyo,
al este era el Antisuyo
y el último el Contisuyo.