Spiga

Volando alto (3a. parte)


El día 31 Canito recién pudo leer mi correo y me redactó un breve mensaje donde pude enterarme de que había pasado con el resto del grupo.

La habían pasado muy mal, pero no tanto como yo.
Se tomaron todo mi vino y han hueveado un montón.
Canito está usando mi casco y la silla del Lulo.
El Pelao ocupa el casco del viejo Lulo y mi silla.
Se encontraron a Fidel o Fidel los encontró a ellos, de pura suerte, paseando por el centro de Abancay, porque solucionó su problema y lo dejaron pasar a Perú (con un día o dos de retraso).
El Xavier ocupa mi vela, porque apareció el dueño de la que usó en Curahuasi y había vuelto a quedar sin vela.
Han conocido un montón de lugares hermosísimos, incluyendo la Laguna Pacucha que está como a 3000 msnm y donde tuvieron la oportunidad de volar bajo buenas condiciones.
Canito chocó con un basurero al aterrizar.
Al Max le falta un poco de precisión, pero acuatizó sin mayores incidentes.
Al día siguiente pudieron volar en otro lugar espectacular con excelentes condiciones ya que se podía estar volando todo lo que se quisiera.
Canito piensa que yo hubiera alucinado de lo lindo porque era arriba de un fuerte inca.
Conocieron nuevos amigos entre los parapentistas locales que según Canito "eran muy simpaticos".
Pelao se malogró el hombro mientras ayudaba con Canito a despegar al Frank en el biplaza y los levantó a los cuatro como dos metros de altura para dejarlos caer a todos juntos inmediatamente. Alguien cayó sobre el hombro de Pelao.
Se acerca el circo Parapentini a Cuzco
Ese día por fin habían podido huevear toda la noche y se hicieron cagar... ¿?
No me voy a extender sobre mi propia aventura para conseguir donde dormir la noche del 28 de Julio, porque el Cuzco estaba a tute, las pocas habitaciones que se podían conseguir cerca del centro costaban entre 80 y 120 dólares, lo cual en mi situación era una exageración. Tras largo recorrer y después de comprar un par de medias y calzoncillos que me costaron un ojo de la cara, encontré un hostal con teléfono, baño privado y televisión por 25 dólares. Apenas entré me arrepentí, porque el olor a meado que salía del baño inundaba la pieza y era casi palpable. Pero estaba demasiado cansado, llamé al hotel de Andahuaylas y logré contactar con el chato Hernán que se había escindido del grupo porque eran todos unos “picantes” que habían rociado con cerveza al alcalde de no sé donde, pero que afortunadamente tenía la información que yo precisaba. Prendí la tele y me quedé dormido sobre la cama con la ropa puesta, a mitad de la noche el frío me atacó y me obligó a sacarme los bototos y abrigarme con el cobertor. En la mañana desperté sobresaltado, adolorido y medio perdido. La ducha tenía menos presión que el aire de Curahuasi, pero por lo menos el agua no estaba tan fría. Desayuné continental en el hostal y partí a buscar el alojamiento donde debíamos alojarnos el 31 según el programa de Max. Le expliqué la situación a la dueña del hostal y me informó que no tenía ningún problema para alojarnos un par de días antes, incluso en la misma pieza que nos tenía reservada ya que no tenía mas alojados y el señor Max era de lo mejor.
Partí al hospital con mejor ánimo y me econtré con la noticia de que antes de dar de alta al viejo lo tenían que enyesar, la faja no servía. Punto final. De modo que me quedé a esperar para rescatar al viejo, lo que ya empezaba a convertirse en una aventura por derecho propio. Traté de meterme de colado mientras enyesaban al viejo pero me botaron cagando. Las ventanas de la habitación donde lo trasladaron eran de vidrio pintado con tiza o algo parecido, pero estaban llenas de orificios por donde podía observar el procedimiento.

Me llegó a doler la espalda cuando vi como acomodaban al viejo sobre dos camillas con ruedas y luego las separaban para dejarlo apoyado de los brazos y hombros por un lado y la cadera por el otro y el torso colgando entre ambas.
Luego empezaron a rodearlo con la tela enyesada entre dos personas, uno a cada lado mientras se pasaban el tela por encima y luego por debajo del torso del viejo que seguía colgando entre las dos camillas y se quejaba de lo lindo.
Varias horas más tarde y un montón de trámites y soles entremedio logré sacar al adolorido y maltratado viejo del hospital y trasladarlo en una ambulancia hasta el hostal donde nos quedaríamos a esperar al resto del grupo.
La dueña del hostal se encariñó en seguida con el viejo Lulo y hasta le preparó sopita, pero a mi me podian atacar sexualmente los peces mientras tanto y como estaba re-cagado de hambre dejé al viejo un rato solo mientras caminaba un par de cuadras para buscar un restaurante de cualquier tipo.
Estaba tan contento de haber recuperado al viejo que hasta compré un pack de “Cuzqueñas” para celebrar junto con él. Hasta el día de hoy el viejo me recrimina mi falta de criterio, pero lo más bien que se tomó una. Yo me tuve que hacer cargo del resto.

La guinda de la torta fue cuando al otro día llegó al hostal el chato Hernán acompañado del Luis Olmos. Lo único que le faltaba al viejo Lulo era escuchar la verborrea del chato sin poder moverse.
Un poco más tarde salimos a cenar con Hernán y el Lucho Olmos que andaba de lo más apenado porque su hija no quiso venirse con ellos, cuando el chato decidió que ya había tenido suficiente aventura. La nota freak la puso el chato cuando comenzó a discutir con el garzón porque le había traido el cuba libre preparado en un vaso y no como el estaba acostumbrado en Chile, con el ron y un par de hielos en el vaso y la botella de coca-cola aparte. Por más que el garzón y yo mismo tratamos de explicarle que así se procedía por esos lares el chato no dejó de reclamar y discutir hasta en el camino de vuelta al hostal.
Me hice el desentendido mientras el chato le seguía discutiendo al Lucho Olmos, me acosté, cerré los ojos y me hice el dormido hasta que me dormí de verdad.
El día 31 de Julio muy temprano, el chato y Luis Olmos se retiraron del hostal, camino de vuelta, sin esperar al resto del grupo de debían arribar al anochecer. Lo único que querían era volver a Iquique lo más pronto posible, así que nos quedamos solos con el Lulo de nuevo hasta que llegaron los pendejos haciendo escándalo acompañados del resto del grupo, Max y Gorky incluídos.
Tuvimos una pequeña cena de despedida, cerca del hostal, donde intercambiamos algunos presentes, pero volvimos rápidamente al hostal a acompañar al Lulo.

La cosa estaba muy aburrida y nadie quería dejar solo al viejo así que apenas Max y Gorky se retiraron, salimos a comprar una botella de ron, coca-cola, algunos vasos plásticos, un paquete de cartas españolas y volvimos al hostal para jugar brisca con el viejo.
Estaba recién recordando las reglas del juego cuando el viejo que también se había afianzado un vaso, se tira un pedo, pone cara de susto y para sorpresa de todos se levanta de la cama como robot y parte casi corriendo al baño.
Yo soy el más sorprendido de todos, porque no había logrado que el viejo se parara de la cama, pero Canito levanta el cobertor y las sábanas y señala con su dedo acusador la pequeña mancha café:
-El viejo culiao se cagó. ¡Gua-ja-já!
Nos reímos un montón a costillas del viejo que no podía arreglárselas solo en el baño, porque la camisa de yeso le limitaba bastante el movimiento de los brazos y no lograba limpiarse el culo. Al final, Pelao se compadeció y le pasó una botella con agua para que se las arreglara como pudiera. Supongo que la toalla sufrió las peores consecuencias.
Al otro día temprano llegó Max para organizar la salida. Sacar al viejo de la cama fue otra aventura, reclamaba que no podía mover los brazos, que el yeso se le clavaba en la ingle, le respaba la guata y la cintura, etc.
Convenció a Max para que le cortara un poco de yeso y con una navaja suiza que tenía una hoja dentada se lo rebajamos un poco. El viejo reclamaba que no era suficiente así que le dimos el gusto e hicimos como que se lo rebajabamos más, cortándole un par de milímetros adicionales, hasta que el viejo dejó de reclamar y nos permitió sacarlo de la cama.
La aventura de subirlo al bus, conseguir unos pedazos cuadrados de goma espuma para que usara de cojín y que el chofer del bus lo acepatara como pasajero fue de película de ciencia ficción. Nos asignamos turnos para darle las pastillas de analgésicos y antiinflamatorios al viejo que se puso tecla y no quería tomárselos. Volvimos a pasar por Puno de noche y el viejo casi se muere congelado porque venía con una pura polera bajo la camisa de yeso y casi todos nos habíamos olvidado del frío de mierda que hacía por esos lados. Medio dormidos tratábamos de abrigarnos como fuera. Al amanecer me enteré que el viejo se había tirado en el pasillo del bus porque no podía dormir por la camisa de yeso, estorbando a todos lo que trataban de pasar hacia el baño, mientras trataba de no morirse de frío.




El resto de la historia no tiene que ver con el parapente y merece un cuento o una novela aparte, pero logramos llegar con el viejo entero a Iquique. Ya está totalmente recuperado y haciendo de las suyas. Yo tengo una vela “nueva” porque el Frank aceptó pasarme una Omega-4 que de alguna forma llegó a su poder y que él no había volado nunca, pero que estaba en buenas condiciones, a cambio de un par de lucas adicionales por la diferencia de precio. Era la única forma de recuperar los gastos en que había incurrido por el asunto del Lulo, ya que Max se demoraba más de la cuenta en rescatar el equivalente al montón de boletas de hotel y de resturante, más las facturas de hospital entre otras cosas. Ahora Frank tendría un mayor incentivo para acicatear al Max que se había comprometido personalmente con él. La vela no estaba en muy malas condiciones, se cargaba un poco hacia la derecha y después de revisarla bien encontré el problema:
Canito le había cambiado las líneas de competición por las originales, con la ayuda del Master, pero lo habían hecho con la ayuda de varios escuderos llenos, así que un par de líneas no estaban donde correspondía. Después de los ajustes necesarios, a la vela se le quitó esa mala conducta de irse hacia la derecha e incluso le gané una carrera al Palomo, cuando andaba probando un wáter que le habían prestado. Llegué a completar el circuito de Patillos-Palo Buque, para el campeonato de Noviembre 2003. Claro que me cagué de susto después de los tropecientos mil plegones que se mandó, porque la vela es más tiritona que la enfermera de Curahuasi y me está quitando las ganas de volar. Pero el viejo Lulo me juró y me rejuró que me iba a pasar una vela decente por haberle salvado la vida, en un arranque de gratitud exagerada. Así que aquí estoy, dedicándome a la música y a escribir cuentos viejos mientras el viejo arregla sus otros problemas. Tal vez un día de éstos me tape la boca definitivamente, auspiciándome con una vela que me dé mayor seguridad y me vuelvan las ganas de volar, como hace algún tiempo.

Iquique, Marzo de 2007.