Spiga

Primera Impresión

La angustia, el temor y la perplejidad aún no eran parte de su vocabulario, ni siquiera podía equilibrarse en sus pies y de pronto estaba allí, casi sin saber cómo, enfrentado a esa inconcebible inmensidad, a ese monstruo terrible que rugía incesantemente echando espuma por sus fauces feroces y que devoraba sin piedad a quienes se atrevían a enfrentarlo.
¿Cómo no romper en llanto?
¿Cómo no gritar con toda la fuerza de su alma, para expulsar el temor que irrumpía en su pequeño corazón acongojado?
Todo había pasado demasiado aprisa, se sintió arrebatado abruptamente de su pequeño y seguro mundo mientras todavía soñaba. Jugaba con colores maravillosos que se deshacían en sus manos, se fundían entre sus dedos y nacían otros fascinantes colores que llenaban su campo visual. Aún adormilado y con la cara cubierta, no pudo ver casi nada antes de aquel horror indescriptible, aquél horror gigante y poderoso que le hizo sentir por primera vez lo pequeño e insignificante que era, la nada misma, una partícula infinitesimal dentro de un universo pletórico de constelaciones y galaxias.
Durante el corto viaje, mientras escuchaba la melodiosa voz de su madre que lo cobijaba entre sus brazos no importaba nada, ni el movimiento, ni el ruido del tráfico, la maravillosa y dulce voz se amplificaba en su mente, acaparaba sus sentidos y lo envolvía en un arrollador y delicado velo.
Otras voces conocidas que reían a su alrededor le aportaban serenidad y confianza, su padre y sus hermanos completaban el círculo de seguridad que necesitaba, pudo entonces volver a dormirse y soñar con cálidas texturas multicolores que acariciaban suavemente su piel.
No podía saber cuanto tiempo había pasado, se despertó confuso y desorientado ante la peor pesadilla que pueda uno imaginarse y solo pudo gritar, gritar con toda la fuerza de sus pequeños pulmones, tratando de captar la atención de su madre como solía hacer cada vez que sentía hambre, frío o alguna otra necesidad. Afortunadamente ella estaba cerca, corrió a su lado y lo tomó entre sus brazos, comenzó a hablarle como solía hacer aunque él no pudiera entenderla, la calma de su voz contrastaba enormemente con la situación. ¿Sería posible que su madre no hubiera visto al monstruo espeluznante que lo consternaba más allá de toda comprensión?.
Gritó aún más fuerte para advertir a su madre del peligro que los acechaba, pero la comunicación era imposible, el temor que sentía fue aplacado momentáneamente por la frustración y la rabia que lo embargaron al no poder hacerse entender. Gritó, chilló, pataleó e incluso la tomó del pelo y solo consiguió que ella lo soltara y lo dejara de lado como un bulto que se transforma en una carga inútil.
Veía impotente como su madre se alejaba inconsciente del peligro que los rodeaba, como si fuera incapaz de ver la espantosa realidad que los envolvía, y no pudo ayudarla, no pudo advertirle del peligro y el sentimiento de fracaso se sumó a todos los otros sentimientos que rebalsaban su cuerpo, transformados en ríos de sudor y torrentes de lágrimas que se confundían con las secreciones nasales que le dejaban un sabor salino y amargo al contacto con su reseca boca.
Se sintió por un momento abandonado inconmensurablemente. De espaldas al monstruo solo podía sentir como se acercaba rugiendo ferozmente hasta casi alcanzarlo, luego, una voz ronca, menos conocida pero familiar captó su atención, al mismo instante, dos manos fuertes y velludas lo alzaron como una pluma en el aire y lo elevaron casi hasta tocar el cielo.
En la seguridad de su mundo conocido habría rebalsado de felicidad imitando la risa de su padre, pero ¿cómo podría hacerlo ahora si estaba casi muerto de miedo?. El terror fue casi infinito cuando sintió que su padre lo llevaba hacia donde estaba el monstruo. Pudo ver como sus hermanos desaparecían dentro de una de las bocas inmensas mientras agitaba inútilmente brazos y piernas tratando de zafarse de una suerte similar.
Cuando todo parecía perdido, sus hermanos reaparecieron riendo y jugando entre las enormes fauces del monstruo de la baba espumante que se movía y se movía, incesantemente, en un ir y venir que le provocaba una sensación extraña que le nacía en el estómago y le subía por el pecho hasta la garganta. La potente voz de su padre llamó a sus hermanos que se acercaron corriendo, les dijo algo y volvieron a alejarse cubiertos de baba y gritando entre risas hacia las mil bocas del hambriento monstruo que rugía sin cesar.
¿Cómo era posible que sus hermanos estuvieran tan felices?. Pudo ver con espanto como se arrojaban nuevamente hacia la enorme bestia que no dejaba de moverse al compás de una coreografía caótica y apocalíptica, para reaparecer un segundo mas tarde entre gritos de alegría, un par de metros mas lejos.
De pronto se sentía enormemente cansado, respiraba con dificultad a causa de su nariz congestionada y su llanto era ahora solo un débil quejido que imploraba piedad, la angustia le oprimió el alma cuando sintió como miles de gélidas agujas le clavaban los pies, el ataque fue tan imprevisto que el grito que nació en sus entrañas se ahogó dentro de su pecho congelándole la sangre en el corazón.
Todo era tan nuevo y tan extraño, el frío y el contacto áspero bajo sus pies, su padre lo levantó en el aire y volvió a bajarlo, pero esta vez estaba preparado y la impresión no fue tan grande. Comenzaba a acostumbrarse a esta nueva sensación. Uno de sus hermanos se acercó y lo tomó con su mano húmeda y fría mientras su padre lo sostenía del otro lado. Lo balanceaban en el aire como solían hacer en sus juegos, lo nuevo era el frío que sentía cada vez que sus pies rozaban el cuerpo de un monstruo informe que ya no parecía tan terrible.
El frío y el temor fueron reemplazados paulatinamente por la excitación que le provocaba el hormigueo en el estómago y muy pronto su risa se unió a la de su padre y la de su hermano, la ausencia de temor le permitía ver todo con más detalle y sus sentidos comenzaron a trabajar nuevamente.
El aire que respiraba tenía un olor especial, nostálgico y saturado de energía, el ruido ya no era tan ensordecedor, a veces era solo un murmullo casi musical. El calor abrasador del aplastante sol de verano contrastaba con la frescura que ahora sentía en sus piernas. Su padre le pasó una mano húmeda por la cara y el sabor de las lágrimas se confundió con otro similar que le trajo recuerdos tan difusos y lejanos que no parecían de él.
Un poco mas tarde, sentado frente a su padre en la orilla de la playa, donde las olas lamen suavemente la arena dejando miles de pequeñas burbujas tornasoladas, veía por vez primera la inmensidad del océano mientras cientos de pájaros circundaban un cielo infinito. Hundió su pequeña mano en la arena mojada y supo con certeza que todo estaba bien.