Tour Pisagua 2003 (Final)
Día 2:
El Suegro no sabe como despertó, pero le dolía todo a consecuencia de las “G” de la noche anterior. De puro verle la cara a Canito le dieron ganas de vomitar... y el dolor de cabeza... ¡Que riiiiiico!. Junto a Pelao, salieron como pudieron de la carpa. (¡Que bien se siente el respirar aire fresco!). Fue el Cano quien hizo un descubrimiento sorprendente.
-¡No te creo!... ¡Miren a Llavero!- dijo el Cano y se quedó boquiabierto apuntando hacia la playa.
-¡Ese huevón está enfermo!- una muestra de filosofía aplicada del Pelao.
-Y yo que estoy recagao de frío- reconoce el Suegro. Mientras mira sorprendido a Golpeadito que pasa por su lado, maquillado con bloqueador solar, buscando unas coca-colas que se le habían perdido y el Suegro le hace una seña a Canito quien se caga de la risa con su carcajada característica.
-Yo encontré unas, pero deben ser de las minas porque son Diet- dice con su qué el Pelao, mientras toma un sorbo de una lata que evidentemente no había comprado él y Golpeadito se aleja con la cola entre las piernas haciéndose el loco, muy calladito para que no lo empiecen a huevear de nuevo, y menos, tan temprano en la mañana.
Abajo, en la playa, Llavero seguía corriendo que daba espanto, ajeno a los comentarios, vestido sólo con un short rojo y un físico muy parecido al del Mitch de los Guardianes de la Bahía, con ponchera y todo. Las apuestas de porqué Llavero andaba corriendo estaban 50 y 50. Un grupo decía que era porque estaba “livianito” y otros que porque tenía “energía acumulada". Después de que quiso pegarle a Golpeadito la noche anterior (nadie supo porqué pero todos hacían suposiciones, lo que es bastante más peligroso con este tipo de gente) ningún valiente se atrevió a preguntarle como era posible que anduviera corriendo todavía.
El comienzo del día fue muy, muy lento. No había pan, no había jugo, nadie tenía ganas de cocinar huevos, ni nada, algunos se fueron a bañar (no todos) antes de que los amenazaran por convivencia y ya se estaba planificando una carreta al pueblo a comprar pan para alimentar a la Tía, cuya anaconda solitaria estaba reclamando hace rato, cuando Pelao se convierte en figura y saca unos tarros gigantes de piñas en conserva y macedonia, gracias al gentil auspicio de XX. Las gringas vegetarianas alucinaban cuando vieron los tarros, para que les digo la Tía que ahora reclamaba que se murió de frío en la noche, excepto en el rato en que casi se quema la carpa, posiblemente porque se tuvo que arrancar del Willy que tiraba las manos más que el Suegro. Pese al aspecto saludable de la fruta, todos comieron con mesura, para prevenir los riesgos de comer fruta muy temprano y con la guata vacía.
Después del sano desayuno, en menos de tres tiempos cuasi desarmamos el campamento, subimos las mochilas y algunas imprescindibles cervezas, que habían hecho mucha falta el día anterior, a los vehículos y partimos a lo nuestro. Esta vez fuimos en dos vehículos, el Furgón se fue por el camino que ya habíamos recorrido y Golpeadito se fue en su camioneta por un camino inventado por él mismo y que afortunadamente lo llevó a juntarse con el furgón con media hora de retraso no más. A pesar de que Golpeadito conoce muy bien la zona, pero parece que tenía ganas de manejar (con las dos manos de acuerdo a la Tía-testigo).
Eran como las 12.30 y el viento no prometía nada de nada, la condición estaba sumamente floja, nuevamente Canito y el Suegro se pusieron a la tarea de buscar una zona de despegue adecuada y Tsunami insistía en despegar de allá abajo. Pero la idea no obtuvo el apoyo del Pelao, Cano y el Suegro que prefirieron confiar en sus propios instintos para el asunto del despegue. Luego de una larga espera, llegó Golpeadito con el resto de la gente, Master y Cabecita incluídos, y se comenzaron a hacer los preparativos para el vuelo. Pero no pasaba nada de nada.... abajo tampoco se veía movimiento porque Tsunami aún tenía sus equipos empacados. A ratos se sentía una brisa suave a pesar de que ya eran más de la 1 de la tarde.
-No creo que vaya a subir mas- dijo lapidariamente el Suegro.
-Nunca se sabe- aportó su optimismo Cabecita.
-Yo cacho que igual se puede volar- dijo el Cano -está casi igual que ayer.
-Puede ser- lo apoyó el Suegro -lo más probable es que en la punta haya algo.
-La térmica de ayer- aportó el Pelao.
-Es laminar, Pelao ahuevonao- más filosofía de Canito.
-Ya pues, necesitamos un fusible- dijo Cabecita.
-¿Porqué me miran a mí?- dijo el Suegro.
-Vos te ofreciste solito- le recordó el Cano.
-Pero eso fue ayer poh pendejo- lo encaró el Suegro, luego lo pensó un poco y dijo: -Ya, yo voy primero. Alguien que me ayude con la vela.
Pasaron algunos minutos de angustia en que el viento parecía haberse detenido por completo, los mangas de viento, fabricadas con papel confort que puso Canito, apuntaban lánguidas hacia el suelo, pero algunos jotes volaban por la zona como si tuvieran motor propio. Hasta que al fin volvió un poco de viento, y el Suegro aprovechó la primera oportunidad antes de arrepentirse. Se fué derechito a la punta salvadora, pero no llegó con la altura suficiente para aprovechar la corriente ascendente, intentó devolverse, pero supuso que iba a ir a dar nuevamente al cementerio y se acordó de la botella de whisky que prometió Cabecita para el que llegara volando al campamento, así que no lo pensó dos veces y enfiló rumbo a la pequeña playa, jugándose el pellejo, porque presentía que no iba a llegar. Fue un vuelo rápido y corto, algo más que un piano y con un nivel de dificultad bastante alto en lo que respecta al aterrizaje. Desde el día anterior que ya había decidido que el lugar más seguro para aterrizar era la huella que bordeaba la playa, así que se aseguró de acertarle medio a medio, para prevenir el acantilado y las filosas rocas que adornaban la línea costera. Apenas posó los pies en tierra se dió cuenta que había una sólida capa de asfalto bajo una minúscula capa de arena, se anduvo resbalando y no frenó lo suficiente la vela que siguió volando y lo tiró de bruces (por no decir: “de hocico”) al suelo, pero sin mayores complicaciones salvo el orgullo magullado, ordenó y guardó la vela, y luego se dispuso a disfrutar de una cerveza que llevaba ante tal eventualidad, sentado sobre la mochila, a un costado del camino mientras esperaba al resto del grupo.
Después de algo más de 20 minutos despegó Pelao que se tomó todo el tiempo que quiso para despegar, hizo un par de intentos en falso y eligió el mejor sitio para despegar, justo enfrente de una roca que alcanzó a salvar por escasos centímetros, ante la alarma generalizada de los presentes que lo empapelaron a garabatos, para deleite de las gringas que tuvieron la oportunidad de aprender algunos chilenismos nuevos que no aparecían en su diccionario How to Survive in the Chilean Jungle (¿Cómo vamos a convencer a los gringos que nuestro país no está lleno de indios?). Aunque tuvo un poco más de suerte con la condición que comenzaba a mejorar, apenas lo suficiente para mantener la altura, llegó a la punta salvadora, encontró algo que lo subió un poco, giró y en lugar de quedarse a disfrutar del vuelo, se la jugó completa apuntándole al campamento (todo sea por una botella de whisky). La suerte lo acompaño en el viaje, que fue sumamente tranquilo, bajo un cielo glass, porque se comenzaba a nublar densamente y Pelao tuvo su mejor vuelo, llegó con altura suficiente como para pasear por sobre el campamento y dar un par de vueltas por la playa y sobre el mar. El furioso viento del día anterior, se había convertido en una suave brisa. aterrizó de lujo y se hizo una autocelebración, rociándose él mismo con una de las cervezas que llevaba por si acaso tenía que ir a hacerle compañia al Suegro. Luego, el Suegro llegó a acompañarlo para celebrar el evento, después de caminar con la mochila al hombro los 300 metros que le faltaron para llegar al destino fijado y bajar una porción de cerro.
Después de otro largo rato, esperando que la condición mejorara, y después de muchas discusiones con Cabecita, despegó el Cano, y el resto del grupo pudo contemplar que la condición ya estaba completamente armada, porque el Cano se puso a jugar de lo lindo, hizo 360, top-landing y algunas aproximaciones tocando la arena de la ladera, pero esta vez con guantes porque el día anterior casi se queda sin dedos por hacer lo mismo. A continuación despegó, o mejor dicho, la vela sacó a volar a Cabecita que venía vestido de Pindy-Astronauta (la Tía preguntó acaso iban a la luna cuando vió la cantidad de instrumentos que usaban Cabecita y Golpeadito), porque cuando se dió cuenta que estaban filmando comenzó a hacer un show aparte cruzándose en el camino de cualquiera que estuviera volando (el Cano), para salir en la tele, porque está convencido de que su figura es la más fotogénica de todos, o porque llena mejor el espacio de la pantalla, supongo. Estuvo importunando al Cano durante largo rato, mientras preparaba su despegue Golpeadito, que al rato después despegó, ante el asombro y preocupación de todos los que vieron la deformación que tenía su vela, producto de un complejo nudo, recuerdo de la lucha del día anterior. Golpeadito se estuvo paseando feliz de la vida, sin escuchar los gritos de todos los presentes que lo instaban a mirar la vela y a aterrizar para remediar la situación. Finalmente escuchó los improperios de alguien cuando pasó cerca del grupo que quedaba en tierra y se ganó otra andanada de garabatos cuando hizo un Full Stall en la ladera desde unos dos metros de altura, desenredó los nudos con toda la calma del mundo, y salió a volar nuevamente sin ningún tipo de ayuda. Alguien dijo que despegaba mejor cuando estaba solo. Aunque le costó un poco remontar, logró llegar a altura de meseta, donde todavía andaban revoloteando el Cano y Cabecita, haciéndose famosos para la tele. Finalmente, despegó Repollo, como una señorita, muy delicadamente, sin pasar ningún tipo de apuro, levantó delicadamente la vela, se dió media vuelta y despegó a su voluntad (no como otros figurines que les gusta salir en la tele).
A esas alturas, el Cano ya se había hartado de volar por el mismo sector y aprovechando su altura había enfilado directamente rumbo a la caleta, que estaba al otro lado de la media luna que forman los cerros del sector, se fue volando en línea recta sobre el mar, de extremo a extremo, ante la sorpresa de los otros pilotos incluso. De modo que el resto siguió su ejemplo, aunque siguiendo la línea de la costa que se veía como un camino más seguro. Los vehículos los siguienron en el camino de vuelta y el Master casi se muere deshidratado en el camino porque las gringas que resultaron ser secas para el copete, habían descubierto al Escudero y lo tomaron por asalto sin dejar prisioneros (Escudero es un Coleman chico, con capacidad para 12 latas, donde guarda las Escudo el Master y que lo acompaña a casi todas partes).
El Suegro y Pelao no son muy quedados que digamos y ya tenían el fuego listo, la carne fileteada, el pollo trozado y hasta un consomé de pollo cocinándose en las brasas con el auspicio involuntario del dueño de un jarro enlozado tamaño familiar. Estaban a punto de sacar el caldo del fuego cuando Pelao descubre con asombro y sorpresa (sin considerar el hecho de compartir la botella de Whisky, que de por sí, ya resultaba traumático) la lluvia de parapentistas que se les venía encima. Casi al mismo tiempo llegó la camioneta, manejada por Llavero que se demoró mucho en decidirse a despegar y luego nadie más sabía manejar, así que lo nombraron chofer suplente y aparece la Tía diciendo:
-¿Qué es ese olor tan rico?- acercándose peligrosamente al jarro-enlozado-olla-improvisada.
-Cagamos- dijo Pelao con una sonrisa enorme en la cara, pensando en la anaconda de la Tía y le pasó su propia cuchara.
Llegaron todos los que despegaron. Repollo aterrizó primero, Cabecita llegó muerto de la risa y tapándole la boca a medio mundo, especialmente a todos los huevones que dijeron que el asunto no iba a resultar, Golpeadito nos hizo pasar algo de susto con lo del aterrizaje pero le salió muy bien, y el Cano venía de vuelta del feroz paseo que se había ido a dar sobre el mar. Hizo unos 360° cuáticos y aterrizó cagado de susto por la salida inesperada que tuvo la maniobra, pero luego le volvió la risa, recordando que había aterrizado dos, no una, sino dos veces sobre meseta. La primera para arreglar un problema con sus desordenadas líneas, y casi se cagó de espanto cuando se encontró un montón de huesos que afortunadamente no eran de lo que pensaba (una pezuña en el extremo del fémur le sirvió para deducirlo). La segunda fue para hacer un pichicito. Y después casi cruzó completa la caleta de Pisagua volando sobre el mar, en toda su extensión aprovechando el planeo espectacular de su vela y las condiciones de ese día que lo único que necesitaba era un poco de paciencia (le van a salir caros los whiskys a Cabecita).
-¡Allá arriba estaba el despegue pos viejos juatos!- llegó reclamando el pendejo atrevido con sus mayores, porque había descubierto que se podía llegar en vehículo hasta el borde mismo de la meseta, sin necesidad de pasar las necesidades que habíamos sufrido. Si hubiéramos conocido la zona, otro gallo cantaría. Para otra vez será, nos conformamos, porque a pesar de lo poco que pudo volar el Suegro-Fusible, éste Tour va a ser guardado y atesorado por los integrantes del paseo, como una de las mejores expediciones en que hayan participado. Y en contra de los malos augurios de ciertos personajes tóxicos (saludos a Frederiksen que se ganó una chapa nueva), el paseo resultó de lujo, y la única que se quejó de algo fue la Tía que tenía hambre, pero hemos llegado a la conclusión de que ésa es su condición natural o estado normal por lo que dejamos de preocuparnos en cuanto nos pidió, suplicó, amenazó y casi nos obligó a invitarla para la próxima expedición.
Pisagua, Junio del 2003.
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